miércoles, 29 de junio de 2011

¡Capítulo dieciséis!

  Hooooola :D   !!!!
  Antes que hacer o decir cualquier cosa quiero decirles muuuuuuuchas gracias a las más de cien personas que siguen este blog, la verdad es que NUNCA llegamos a imaginar que tanta gente nos seguiría ¡Y solo han pasado 3 meses de que comenzamos a publicar capítulos! ^ ^ Es increible, gracias por todo su apoyo :)


L
         Bowling

a mañana del miércoles Diana se encontraba agotada, tenía la vaga impresión de que cada día dormía peor y que cada vez sus sueños eran más inquietantes, pero los olvidaba tan pronto como abría los ojos. Cuando el autobús llegó, bajó las escaleras arrastrando los pies.
  –Buenos días –le saludó una voz chillona al subir al transporte escolar.   Diana vio al hombre que estaba sentado en el asiento del chofer y tardó unos segundo en reconocerlo, era el mismo chofer que Alex había contratado para que los llevara al baile de las hojas.
  –Hola –saludó, no entendía por qué le sorprendía tanto verlo ahí, aunque tuvo la sensación de que se debía al hecho que sacaba a flote un  montón de recuerdos poco gratos del día del baile. 
  El hombre le sonrió bajo su gran bigote y Diana fue a sentarse nuevamente al fondo, para su desgracia justo unos minutos después el autobús se detuvo y pudo observar como Alex subía –Hola Raúl –le escuchó decir con voz apagada, ella miró al piso que se agitó cuando el motor se puso en marcha. 
  Cuando por fin se atrevió a echar un vistazo, Alex la estaba observando con la misma expresión que había visto cuando paseaba con Sam. 
  Diana se estremeció y le sostuvo la vista, sin atreverse a hacer nada, se sentía como inmovilizada por la potencia de los ojos verdes de Alex, estos mostraban tanta tristeza que la hacía sentirse identificada con ellos.
  Le habría gustado tanto poder decirle algo, aunque fuera algo inútil, solo para que le respondiera, daría cualquier cosa por volver a oírlo dirigiéndose a ella.
  Haciendo un gran esfuerzo giró la cabeza hacia la ventanilla, sentía un nudo en la garganta, no se atrevió a despegar la mirada del vidrio hasta que llegaron a la escuela donde se bajó rápidamente.

  –Enserio Moni, no creo que puedas estar enamorada de alguien que es prácticamente un desconocido para ti –dijo David con una voz que trataba de contener la forma irracional en la que se sentía en ese momento, pero ya no podía continuar reteniendo sus sentimientos, estaba seguro que explotaría en cualquier momento si continuaba reprimiéndolos. 
  –¡No es un desconocido! –exclamó Mónica casi gritando, ya estaba harta de que David la contradijera.
  Brian los observaba horrorizado sin dejar de murmurar frases tranquilizadoras a las que nadie se molestaba en prestarles atención.
  –Incluso podría decirse que somos amigos –añadió ella sabiendo que solo habían hablado un par de veces, pero no soportaba que el fondo él tuviera razón, eso sólo lo hacía más humillante para ella y avivaba sus impulsos por tratar a David de una mala forma. 
  –Moni, no te alteres –dijo Brian alzando la voz para hacerse oír sobre los chillidos de Mónica, pero ella hacía oídos sordos, lo ignoraría de igual forma, tanto como si susurrara o gritara, lo único que tenía en mente era ganar la discusión.
  –¡Eso no es verdad! –exclamó David ante la mentira de su amiga.
  –¡¡Cállate!! –Gritó ésta lo más fuerte que podía su garganta.
  –¡¡Él con suerte te había hablado una vez!!.
  –El problema es que tú no me entiendes, tú nunca has entendido David y nunca lo harás.
  –Cálmate –susurró Brian.
  –¡El problema es que te quiero, y eres tú la única que no puede entenderlo! –gritó David sin pensarlo dos veces, apenas lo dijo sintió que algo se aligeraba dentro del él, pero eso no disminuía su enojo en ese momento.
  Algunas personas que pasaban por su lado, se voltearon para mirarlos. Mónica se calló de golpe y retrocedió un paso involuntariamente. Se sintió perturbada, ya que ella no sentía nada por David, a la vez se sentía halagada porque absolutamente nadie en toda su vida le había dicho algo así, aunque fuera gritándole de esa manera, y por último sintió algo que no recordaba haber sentido jamás hasta ahora “Lástima por alguien”. 
  –David… yo… –musitó ella pero no se le ocurría nada para decir. Un chico robusto que se había quedado observándolos soltó una risa burlona.  
  Brian, que tenía la boca algo entreabierta, lo miró enojado y comenzó a alejar a la gente de allí.
  –No me digas nada –dijo David-. No tiene caso. 
  Luego dio media vuelta y se alejó caminando cabizbajo. Mónica se quedó petrificada sin saber cómo reaccionar, miró a su alrededor, pero incluso Brian se había marchado, tal vez queriendo ayudar en algo.
 De un momento a otro echó a correr sin detenerse hasta llegar a los lavabos, ahí se encerró en un cubículo por el resto del día, no se sentía con el valor para salir nunca más de allí y mirar a la cara a David o a cualquier otra persona. Dudaba que antes en su vida se hubiera sentido de esa manera tan patética. Lo peor y lo que no se podía sacar de la cabeza era que lo había arruinado todo con las únicas personas que habían tenido la voluntad y la capacidad para soportarla.


                                               
  Al día siguiente Diana subió al autobús y saludó a Raúl pero no se volvió a topar con Alex, al menos no hasta la clase de Matemáticas, que era la única que compartían.
  Él se sentaba a unos asientos de distancia y solo una corrida de pupitres detrás de ella. 
  Hacía todos los esfuerzos posibles por no mirarlo porque sabía que él la observaba. Podía sentir sus ojos clavados en su nuca con una potencia increíble, ella, en cambio no quitaba la vista del pizarrón a pesar de que allí no había escrito absolutamente nada, el nuevo profesor, el señor Víctor Markt, un hombre alto, pálido y de pelo oscuro, casi negro, había empezado a trabajar ahí hoy, en remplazo de la anciana que les hacía clases los años anteriores y que ahora se había jubilado. Pero éste se limitaba a sentarse y observar por la ventana con aire distraído sin pasar nada de materia. Los alumnos animados por esta situación, conversaban y reían ruidosamente.
  Diana intentó pensar en algo, en el ridículo atuendo que llevaba el profesor, parecía del siglo pasado, definitivamente era un tipo muy extraño.  En ese momento Alex pasó por su lado, lo suficiente como para que fuera capaz de percibir su aroma, a Diana ya no le parecía un aroma extraño o amenazador, como en el día que lo conoció, ahora le parecía lo más agradable del mundo.
  Él se acercó al señor Markt, intercambiaron unas pocas palabras sin importancias, luego Alex dio media vuelta y ella ocultó su rostro mirando su cuaderno rápidamente. Él salió de la sala y Diana se puso a garabatear distraídamente en una hoja en blanco hasta que la clase acabó. 
  A la hora de salida Sam esperaba a Diana con su coche frente a la escuela y la puerta del copiloto abierta, ella se subió de un salto en el mini Cooper de color negro.
Para ese día habían arreglado salir a jugar bolos, una idea bastante original por parte de Sam, Diana tenía que admitir que a ella nunca se le hubiera ocurrido.
  Llegaron al bowling y Sam estacionó el automóvil.
  –¿Has jugado alguna vez? –preguntó él entrando al lugar.
  –La verdad no –confesó Diana–. Al menos de que cuentes los juegos de la Wii. 
  Recordó la vez que había jugado con Mike y lo malísima que había sido, aún recordaba las burlas que su hermano le hizo por al menos dos semanas.
  –Claro que eso no cuenta –dijo Sam y luego rió con alegría–. Esto es mucho más difícil.
 –Entonces creo que no voy a ser muy buena. 
  –No tienes que preocuparte –la tranquilizo él mientras observaba a los demás jugadores, había uno que acababa de derribar todos los pinos de solo una vez y  sus compañeros celebraban saltando a su alrededor–. Yo voy a ayudarte. 
  Sam la tomó de la mano y la guió hasta el lugar de los zapatos.
  Reemplazó sus pequeñas zapatillas por esos ridículos zapatos de bolos.
  –Te ves graciosa –comentó Sam con una sonrisa. 
  –¿Gracias? –dijo ella levantando una ceja.
  –Es una broma –le dijo poniendo los ojos en blanco, pero sin abandonar su sonrisa.
  Diana bufó pensando que se había convertido en una persona demasiado aburrida que ni siquiera reconocía una broma, Sam de verdad debía tener paciencia como para soportarla.
  –Las damas primero –dijo cuando llegaron frente a la pista de bolos.   
  –Pero no sé nada –se quejó Diana a pesar de ser un vampiro, tenía que admitir que tenía una pésima puntería y eso era realmente una vergüenza para ella.
  –Ya dije que yo te iba a ayudar –le recordó Sam.
  Diana tomó una bola con facilidad y Sam añadió –Pero inténtalo una vez tu sola primero.
  Lo fulminó con la mirada ¿Por qué sentía que Sam hacía eso solo para reírse de su patético intento?. Se volteó, observó los pinos fijamente imaginando con una sonrisa que tenían la cabeza de Mónica, lanzó la bola, pero cuando ésta llevaba menos de dos metros avanzando, se cayó por la orilla.
  –Bueno, es un primer intento –le dijo Sam mientras le daba unas palmaditas en el hombro a la chica que, con decepción, miraba los pinos intactos que parecían burlarse de ella.
  Tomó otra bola, lista para intentarlo de nuevo. 
  Sam le acercó y se colocó a su lado.
  –Tiene que ser en esa dirección –explicó él mientras con su brazo señalaba una línea imaginaria que se ubicaba a unos centímetros desviada del centro de los pinos.
 Diana lanzó nuevamente, pero esta vez la bola rodo y derribó un par de pinos de la izquierda.
  –¡Sí! –exclamó Diana sonriente, a pesar de derribar solo dos, sintió una felicidad que ya casi no recordaba.
  Aún con la sonrisa dibujada en su rostro miró a su amigo que se reía de su excesiva felicidad.
  Jugaron durante unas horas y Sam le ganó a Diana, obviamente, pero ésta logró derribar hasta tres pinos de una sola vez, y para ella eso era un logró considerable. Luego él le sugirió que fueran a comer algo al local que se encontraba frente al bowling.
   Afuera hacía mucho frío, más que cualquier día después del comienzo de clases, Diana se abrazó a si  misma para contener el calor. Dentro del local el aire estaba cálido y había un ambiente confortable que hizo sentir a Diana una extraña, pero agradable familiaridad.
 Se sentaron en una pequeña mesa, pegada a la ventana y ella observó pensativa la calle a través del cristal. En ese momento llegó la mesera, tenía el pelo castaño muy corto y un mechón teñido de rojo que le llegaba justo a la altura de su puntiaguda barbilla.
  –¿Qué quieren? –preguntó la joven con voz bastante malhumorada, mirando a Diana y luego a Sam intermitentemente con ojos cansados. 
  –Deme dos cafés y una porción de galletas –dijo él mirando a Diana para saber si estaba de acuerdo, ella asintió y la mesera se fue sin decir ni una palabra más. Volvió dentro de unos pocos minutos con sus órdenes.
  Hablaron animadamente, Sam estaba de un humor excelente, Diana se obligó por unos momentos a olvidar sus problemas y aislarlos en su mente, en un lugar que no fueran capaces de afectarla, aunque fuera por unas pocas horas, para su sorpresa logró relajarse bastante, incluso rió un poco con Sam. Cuando decidieron irse pagaron la cuenta para volver a salir al frío exterior y casi corrieron para llegar al coche. 
  –¿Cómo la pasaste? –preguntó Sam esbozando una pequeña sonrisa.
  –Muy bien –contestó Diana, siendo sincera, imaginó que hubiera pasado de no haber ido; se habría quedado en casa, encerrada en su cuarto deseando inútilmente poder ser una chica normal, sin colmillos, sin tatuaje, sin tener que dejar a Alex... borró inmediatamente los pensamientos de su mente, ya que solo pensar en ello le hería profundamente, y añadió–. Me alegró de haber venido.
  –Yo también –dijo Sam con la mirada pegada en el parabrisas.
  Diana no supo si se refería a que él también se alegraba de haber venido o que ella lo hubiera hecho, pero no le dio importancia. El coche se detuvo frente a la casa de Diana. 
  –Gracias por invitarme, Sam –dijo ella, tal vez para retrasar el momento de irse a casa, sabía muy bien que apenas traspasara la puerta ya no tendría nada que detuviera su tristeza–. Tenías razón cuando me dijiste que debería salir más. 
  –Te dije que siempre tenía razón –le recordó Sam con una gran sonrisa cálida en el rostro, ambos se bajaron.
  –Adiós Sam –le dijo ella al tiempo que él llegaba a su lado. 
  –Adiós.  
  Sin embargo ninguno de los dos se movió ni un centímetro, Sam avanzó un paso hacia ella y no vaciló cuando tomó a Diana por la cintura, atrayéndola hacia él y la besó en los labios.

jueves, 23 de junio de 2011

Capítulo quince

 Hooolaaa :D
 Esperamos que, como siempre este capitulo cumpla con sus expectativas :) Gracias por leernos!!

         Fotografía
D

iana estaba mirando a Bel a sus ojos de color café los cuales había vuelto a maquillar tan esmeradamente como antes. 
  –¿Y entonces qué? ¿Qué decidieron? –preguntó, Peter se encontraba al lado de ésta, afirmando su mano firmemente.  
  –Bueno, ellos decidieron –comenzó Bel mordiéndose el labio–. Que yo debo hacerme responsable de todo esto y buscar un trabajo. 
  –¿Dónde? –Diana intentó imaginar a Bel con un trabajo, eso le costó mucho parecía imposible que ella aceptara de esa forma una responsabilidad tan grande, pero después de todo ahora iba a tener un hijo… esa idea aún le parecía extraña.
  –No lo sé, podría ser en la pizzería o en la tienda de batidos de fruta –especificó Bel haciendo una mueca, aparentemente la idea le parecía tan extraña como a su amiga. Luego añadió:– Voy a ir a preguntar hoy, a ver si tengo suerte. 
  –Sabes que yo puedo ayudarte –dijo Peter por tercera vez desde que Diana había llegado.
  –Sí –respondió Bel poniendo los ojos en blanco ante su insistencia–. Pero esta no es tú preocupación.
  –Adiós –dijo Diana con un suspiro, sin querer escuchar esa discusión nuevamente.
  Caminó en dirección a los casilleros en busca de Sam. No habían arreglado a que lugar saldrían hoy.
  Lo encontró cerca del comedor apoyado despreocupadamente en la pared observando unas hojas secas a sus pies, como si fueran lo más interesante del mundo.
  –¡Hey Sam! –lo llamó Diana haciendo algunas señas con los brazos.
  Sam levantó la vista y luego la buscó con la mirada.
  –Hola Diana –saludó sonriente cuando esta llegó a su lado.
  –¿Dónde vamos a ir hoy?                                                                           
  –Donde tú quieras ir –contestó encogiéndose de hombros.
  Diana lo pensó un instante y recordó a Bel hablando de la pizzería, sabía que no estaba de humor para fingir que le agradaba el sabor de la comida humana, sin embargo era un lugar agradable y no quedaba muy lejos de allí.
  –¿Qué tal si vamos a comer pizza? 
  –Claro me encanta la pizza –exclamó Sam. 
  –A mi también –mintió.
  Caminaron hacia la cancha de juegos que quedaba a unos diez metros de ahí.
  De un momento a otro Diana se quedó petrificada, Alex se encontraba al extremo del patio y a pesar de estar tan lejos, era capaz de ver perfectamente sus ojos verdes clavados en ella con una expresión trastornada. Se sobresaltó y giró bruscamente, en dirección opuesta.
  –¡Hey!, ¿Dónde vas? –preguntó Su amigo, algo desconcertado por la actitud de Diana. 
  –Vamos –insistió sin mirar atrás, aunque ya tenía la imagen de Alex grabada en su mente.
 Sam la siguió, cuando había pasado un minuto y ya se habían alejado lo suficiente él preguntó:– ¿Por qué hiciste eso? 
  Diana miró el cielo, sin saber que responder, entre las nubes se veía un avión tan pequeño como una hormiga, trató de poner toda su concentración allí mientras Sam la observaba y esperaba pacientemente su respuesta.
  –Vi a Alex… no quiero toparme con él –confesó con un hilo de voz.
  Sam asintió y luego vaciló unos momentos.
  –Diana… ¿Por qué razón terminaron Alex y tú?
  –No importa –respondió tratando que su voz y su expresión fueran lo mas calmadas posibles.
  –Solo quería saber si puedo hacer algo por ti.
   Ella a no contestó, quería dejar ese tema de lado.


  Alex observaba como Diana, seguida por Sam, lo evitaba descaradamente. De alguna forma, no la culpaba en lo absoluto por ello, era lo mejor que podía hacer.
  Caminó distraídamente, la gente que pasaba a su lado reía y bromeaba con sus amigos, le parecían tan ajenos a él. 
  En todos estos últimos días no había dejado de escuchar su Mp4 con canciones de Heioupi, no sabía exactamente por qué razón lo hacía, éstas le recordaban incesantemente a Diana, pero había llegado a la conclusión que de todos modos no podría sacarla de su cabeza ni por un solo segundo del día. Deseó desesperadamente poder volver a estar con ella, aunque fuera por sólo un minuto, pero sabía que era inútil. Lo más sabio habría sido aceptarlo y olvidarlo, pero no era capaz de aquello. 
  Observó cuidadosamente que Mónica lo miraba fijamente sentada justo bajo un gran árbol. Ésta se levantó y comenzó a caminar en su dirección, él fingió que no la había visto y se alejó para perderse entre la gente, no quería hablar nuevamente con ella, de hecho no quería hablar con nadie a excepción de… Diana, la única persona con la que no podía hablar. 
  El resto del día transcurrió muy lentamente, cada segundo era peor que el anterior. 
  Al regresar a su casa se encontró con su padre, George, podando el césped. Era un hombre alto y robusto, con ojos de color avellana, su pelo negro siempre lo llevaba muy corto al estilo militar, detrás de él apareció su madre, Sabrina, a diferencia de George era muy delgada y estilizada, su cabello era de color castaño bastante claro, casi rubio y sus ojos eran verde esmeralda, como los de Alex.  
  Él pasó de largo sin saludarlos. 
  –¡Alex! –dijo su madre siguiéndolo hasta dentro de la casa y sacándose su sombrero jardinero que usaba siempre que se dedicaba arreglar el jardín, fuera un día soleado o no–. ¿Qué tal tu día?
  –Bien –mintió sin entrar en detalles.  
  Su padre también entró y limpió sus botas en el felpudo de la puerta llenando de barro la palabra “Bienvenidos”
  –¿Tienes hambre? –preguntó su padre con voz ronca. 
  –No mucha.  
  –Deberías comer –sugirió su madre alzando la voz-. Estás muy delgado últimamente.
  Su madre solía decirle eso constantemente, pero ahora tenía la razón, Alex se veía considerablemente más delgado y probablemente también más pálido.
  Él no contestó a las quejas de sus padres, dejó su  bolso en el sofá y se fue a sentar a la mesa del comedor. Sus padres se sentaron junto a él y lo miraron expectantes como si esperaran que les dijera algo, sin embargo fue su padre quien habló.
  –Alex –dijo él con tono muy serio–. Has estado muy extraño estos días, ¿Qué te sucede?
  –Nada –refunfuñó.
  Odiaba que sus padres se entrometieran en su vida y ellos lo sabían muy bien, ya que probablemente lo había heredado de ellos. 
  –No nos engañas Alex –le avisó su madre–. Somos tus padres te conocemos bien –Hizo una pausa y luego añadió–. ¿Es por esa chica?
  –Solo déjenme ¿Si? –fue todo lo que acertó a decir con voz cansada mientras se levantaba de la mesa.
  –¿A dónde vas? –inquirió su padre con la frente poblada de arrugas–. No has comido nada aun. 
  –Dije que no tenía hambre –le recordó Alex al tiempo que entraba a su cuarto que era igual de luminoso que el resto de la casa, en una esquina, a pesar de que habían regresado a esa casa hace ya un par de meses, se encontraban unas cuantas cajas vacías de la mudanza y otras con unas cuantas pertenencias poco importantes.  Las paredes de color crema estaban adornadas por una única fotografía en la que se le veía a él junto a Diana. La miró fijamente y estuvo a punto de ir hasta ella y descolgarla para no tener que soportar ese constante recuerdo, pero no se movió ni un centímetro, necesitaba que estuviera ahí, de igual forma que necesitaba oír las canciones de Heioupi, de una forma cruel y penosa con la que intentaba llenar el vació que sentía en su interior, pero no lo lograba.
       
                                                                                                                   
  Diana estaba sentada en su cama observando con melancolía un pequeño portarretrato de plata que contenía una fotografía de ella y Alex, los rostros le sonreían inocentemente, sin saber lo que les esperaba en el futuro. Diana suspiró y la volvió a dejar en la mesita de noche, tenía que apurarse, Sam la estaba esperando afuera, con el coche en marcha, tomó su bolso blanco con una pequeña correa, tenía una desteñida mancha color naranja, ya que Bel había derramado jugo accidentalmente a fines del año anterior. Había dejado de utilizarlo, pero en ese momento no le importó. Salió y fue directo al coche.                                                       
  –Me alegro de que hayas venido –se apresuró a decir Sam apenas Diana subió al automóvil y se acomodo en su asiento. 
  Ella asintió. 
  –Te hacía falta salir, has estado muy deprimida. 
  –Claro…–murmuró Diana con un estremecimiento, el comentario la había tomado desprevenida.
  –Enserio Diana –prosiguió Sam sin cambiar de expresión, parecía decidido a tener esa conversación, ella, a su vez, estaba decidida a evitarla–. Lo mejor es que te vayas olvidando de lo que paso, no puedes quedarte en lo mismo por siempre. 
  –Sí lo sé, Sam, pero no todo es tan fácil como tú crees.
  –Yo sé que es difícil para ti y quiero ayudarte Diana… Sé que no estás bien y a mí también me afecta verte así.
  Diana le devolvió la mirada y vio la preocupación del rostro de su amigo, a pesar de que no era su tema favorito, le conmovía que Sam se preocupara así por ella.
  –Gracias por preocuparte Sam, pero… solo déjalo, por favor.
  Sam asintió aparcando el coche frente la pizzería. 
  Diana sintió frío, pero se le quitó enseguida cuando entró al local, el aroma estaba impregnado de queso fundido.  
  –¿Con que vas a querer la pizza? –preguntó Sam ofreciéndole a Diana una lista de ingredientes.
  –De lo que tú quieras Sam, a mi me gusta todo – aseguró ella, aunque no era verdad.     
  –Está bien –dijo él con cautela.  
  Sam ordenó y la pizza tardó unos minutos en estar lista. Cuando llegó Diana comió solo un pedazo.
  –¿No tienes hambre? –preguntó Sam observándola y ofreciéndole otro trozo. 
  –Mmm… la verdad es que no mucha –admitió Diana observando las paredes revestidas con pequeñas baldosas de colores brillantes, sobre ellas habían grandes focos de luz donde revoloteaban un par de moscas. 
  Sam la observó durante unos momentos, pero no volvió a mencionar el tema que habían hablado durante el trayecto en el coche. 
  Eran las 8:00 de la noche cuando Sam fue a dejar a Diana a su casa.
  Dejando de lado la conversación incomoda, estaba ‘’feliz’’ de tener al menos alguien con quien charlar, se despidió de Sam con una sonrisa y su vehículo desapareció en la oscuridad.
  Caminó arrastrado los pies de repente volvía a sentirse triste y sola, ese sentimiento la decepcionó, tenía la esperanza que después de haber tenido una tarde más animada que las anteriores se sintiera algo mejor, pero comprendió que no, que había solo una persona que extrañaba y ésta era la única con la que no se sentiría de ese modo. Se acostó en su cama y cerró los ojos agotada, mañana sería otro día.

sábado, 18 de junio de 2011

¡Capítulo catorce!

  Holaa Gracias a todos los que han dejado comentarios en los últimos capítulos, estamos muy felices de que les hayan gustado, espero que éste tenga la misma reacción y que los que nunca comenten se animen a hacerlo, dígannos ¿Qué tal les pareció? ¿Qué creen que pasara en el próximo? ¿Les han gustado los nuevos personajes, Brian y  David? Dígannos simplemente lo que quieran :D
  Un abrazo para todos !!


S
              Celos
us tíos la observaron fijamente, por lo que podría decirse que fue alrededor de un minuto, pero a Bel le parecía que pasaban los años mientras ella esperaba su reacción, al terminar esta espera la mueca de sus tíos se había ido descomponiendo poco a poco hasta llegar a una por completo diferente a su expresión inicial.
  –¿Es una broma? –preguntó su tío Frank soltando una mezcla de bufido y risa nerviosa.   
  Bel negó con la cabeza, apenas siendo capaz de moverla unos centímetros hacia la izquierda y derecha, ella jamás les haría una broma de ese tipo, ellos lo sabían muy bien.
  –No puede ser, es imposible… –sollozó su tía conteniendo las lágrimas con un gran esfuerzo, no estaba dispuesta a creer lo que escuchaba, porque la realidad era demasiado chocante –. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudo pasar algo así?      
  Bel no respondió y miró al piso de repente muy interesada en sus zapatos nuevos ¿Que quería que le respondiera a eso? Había sido estúpida, era obvio y no había ninguna otra explicación. 
  Un silencio aún más frío se instaló en la habitación, su tío lo rompió de un momento a otro, Bel levantó la cabeza sobresaltada y vio que el rostro de este había adoptado una tonalidad mas parecida al morado oscuro que a cualquier otro color.     
  –¿De quién?... ¿Quién es el padre?
  –Diego… Diego White. 
  Bel desvió la mirada hacia su tía y vio que esta tenía el rostro enterrado entre sus manos. 
  –¿Él lo sabe? –continuó interrogándola Frank.  
  –Sí –contestó ella, su voz apenas era audible. Podía ver la decepción, el enojo y la incredulidad grabada en sus ojos y se sintió la peor persona del universo.
  –¿Por qué no nos dijiste antes? –inquirió Betty levantando su rostro y fue Bel la que en ese momento no soportó mas las miradas y lo ocultó con sus manos.
  –No tuve oportunidad –respondió con voz ahogada.
  –¿Cómo que no? –preguntó su tía enojada, levantando la voz.
  –¡No! –gritó Bel y comenzó a llorar histéricamente.
  Su tío le hizo un gesto a Betty para que se calmara y observó a su sobrina sin despegar los labios durante todo un minuto.
  –Bel, sube ahora a tu cuarto –dijo finalmente–, tu tía y yo debemos hablar sobre esto.
  Ella se levantó de la mesa haciendo que la silla chirriara ruidosamente. Pensaba que habría sido una conversación mas productiva pudiendo estar ella presente, pero no  le importó, porque lo único que quería era marcharse de ahí. Mientras subía las escaleras pudo oír que su tío decía:  
  –No puede ser, sinceramente esto no puede estarle pasando a nuestra familia, esto va a desprestigiarme Betty, ¿Sabes la noticia que se podría crear?
  Bel no quería seguir escuchando, no sabía como a su tío podía importarle solamente su ridículo trabajo en un momento como ese.
  Se arrojó en su cama y se tapó la cabeza con una almohada. 


  A la hora del almuerzo del día siguiente, Diana salió arrastrando los pies de su clase de Música, no había visto a Alex desde el fatídico día sábado, el cual no le gustaba recordar, se sentía sumamente sola, porque Tania pasaba todo el día pegada a Dan, y Bel con Peter, sabía perfectamente que ellos no la ahuyentarían de su lado, es mas varias veces la invitaban a acompañarlos en las horas libres, pero sentía que realmente los incomodaba, por mas que intentara sonreírles, reírse de sus chistes y mostrarse indiferentes ante lo que había ocurrido, no conseguía engañarles, ellos sabían muy bien que no era mas que una máscara que se derrumbaba tan pronto como se quedara sola, aunque ese día, si se seguía sintiendo como en ese momento, no estaría muy segura de durar tanto tiempo.
  Caminó por el patio mirando a su alrededor tratando como siempre de distraerse con cualquier cosa, cuando en verdad ni aunque hubiera visto un elefante caminando por ahí le habría llamado la atención, sin embargo en ese momento algo si atrajo su mirada, era Alex, estaba sentado solo en la banca de Dan; tenía los audífonos puestos y escuchaba su Mp4 con la mirada pegada en el suelo.
  A Diana le vino a la memoria el día en que se conocieron, se veía tan perfecto como en aquel entonces, sin embargo las cosas habían cambiado tanto entre ellos. Recordó con sorpresa que eso solo había ocurrido hace un poco más de un mes y ella lo sentía como si hubiera pasado una eternidad.
  Justo en ese momento él levantó la vista y sus miradas se encontraron por primera vez desde que él descubrió cual era la verdad. Diana miró hacia otro lado avergonzada y retomó el paso rápidamente, no quería que nadie, y mucho menos Alex, la viera así, se sentía patética y abandonada como un perro callejero.
  Fue a refugiarse al comedor y vio que en una mesa estaban sentados Katty, Dan y Tania.  Se acercó hasta ellos y se dio cuenta de que Katty y Dan hablaban animadamente mientras Tania los fulminaba con la mirada. Diana se fue a sentar junto a esta última. 
  –¿No vas a comer? –le preguntó su amiga mirándola con el ceño fruncido, aparentemente no estaba de buen humor.
  –No tengo hambre –se limitó a contestar Diana. Siempre comía a la hora de almuerzo para aparentar.
  Ella obviamente no lo necesitaba en absoluto y Tania lo sabía, pero lo olvidaba constantemente debido a su mala memoria, hasta que finalmente Diana se cansaba de repetírselo y decidía ignorarlo.
  Escuchó que Dan y Katty hablaban de una película en la que un tal Bob era perseguido por los extraterrestres.                     
  Tania se acercó mas a ella y le preguntó con un tono tan bajo que una persona normal no sería capaz de oír, pero ella lo escucho perfectamente. 
  –¿Por qué está hablando con ella y no conmigo? –gruñó enojada.  
  –Solo están hablando –la tranquilizó Diana poniendo los ojos en blanco. Desde que había terminado de salir con Andrew, Tania se había vuelto extremamente celosa–. No hay por qué alarmarse. 
  –Pero… –balbuceó–. Pero ¡míralo! Me está ignorando por completo.
  –Eso es porque tú estás ahí con cara de querer matar al primero que se te atraviese.
  Tania no se rió de su mal chiste aunque eso no era exactamente una novedad, nadie se reía de sus chistes, bueno nadie a excepción de…
  –¿Te sientes bien? –preguntó Tania notando el repentino cambio de expresión que había sufrido el rostro de Diana.
  –No lo sé –admitió–. Me cuesta tanto creer que Alex y yo no nos veamos nunca más.  
  Katty soltó una carcajada y Tania hizo rechinar los dientes de enojo, luego volvió a mirar a Diana y su expresión cambio de furia a preocupación. 
  –Diana tienes que aceptarlo.                                                                           
  –No puedo –sollozó apoyando su mejilla en la mesa.   
  Sabía que su amiga tenía razón, pero ¿Cómo sería capaz de soportarlo el resto de su vida, si ni siquiera podía con tres días? La repentina forma en que todo había acabado la había dejado desorientada y perdida, aun tenía la infantil esperanza de que todo se arreglara de una forma simple y mágica, pero eso no iba a ocurrir nunca, jamás volvería a ser lo mismo. Tal vez algún día Alex fuera capaz de olvidarse de ella, pero ella no de él, nunca olvidaría lo mucho que lo quería.  
  –Claro que no podrás aceptarlo si tienes esa mentalidad. 
  A Diana eso no la hacía sentir mejor, dudaba que algo pudiera hacerla sentir mejor, esperó un tiempo y trató de prestar atención a la conversación de Katty y Dan, pero seguían hablando de esa absurda película.       
  –Vámonos –soltó Tania de repente dirigiéndose al sobresaltado Dan con una mirada asesina, lo tomó de la mano y se lo llevó de allí.  
  Katty se quedó observándolo con la cabeza torcida hacia un lado.
  –Yo… creo que me voy –murmuró, tal vez dándose cuenta de lo que acababa de ocurrir. Diana no supo si se marchaba para hablar con Tania o simplemente para buscar a Derek, no se preocupó mucho, ellos lo arreglarían, porque se querían, entendían y aceptaban sin ninguna condición. Como le habría gustado a ella vivir algo parecido.
  Katty, se levantó para marcharse por la misma puerta que habían desaparecido Dan y Tani, dejando a Diana sola… nuevamente.



  –¿Qué creen que debería hacer? –preguntó Mónica mirando fijamente a la nada.                      
  –Anda –le animó Brian con una sonrisa a su lado.         
  –No, no vayas –opinó David, había algo suplicante en su voz–. No creo que deberías.   
  Estaban apoyados contra la pared de la sala de Química, Moni los miró a ambos indecisa, pensando en que era lo peor que podía pasar si se decidía ir a hablar con Alex o que pasaría si era una cobarde y se quedaba allí. 
  –¡Decídanse!... Por favor –dijo de pronto–. Lo único que hacen es ponerme más nerviosa de lo que ya estoy.  
  –Haz lo que quieras –farfulló David con una mueca y no volvió a abrir la boca. 
  Mónica miró a lo lejos pensativa, luego miró el lugar donde estaba Alex.
  –Anda Moni –le repitió Brian con positividad–. Es eso lo que tú quieres.
  –Creo que es lo mejor –susurró sin despegar la vista de Alex.  
  –Suerte –le dijo Brian dándole un empujoncito. David lo miró con desaprobación y Mónica se encaminó con paso vacilante en la dirección que se encontraba él, estaba solo, como siempre últimamente y escuchaba su música distraídamente. Ella se sentó a su lado.    
  –Hola. ¿Qué escuchas? –dijo tratando de usar su tono más simpático.
Alex la miró y se sacó los audífonos lentamente.  
  –¿Perdón? 
  –¿Qué escuchabas? –repitió Mónica con una risita tonta, sin poder dejar de observar en ningún momento el hermoso y brillante color de sus ojos. 
  –Una canción de Heioupi –dijo mostrándole la pantalla de su Mp4. 
  –¡Oh!, yo amé esa canción –exclamó Mónica esbozando una sonrisa de oreja a oreja mientras leía el título, estaba segura de haberla escuchado alguna vez en la radio –. ¿No crees que es genial?    
  –Sí –contestó Alex aunque por alguna razón a Mónica no le pareció muy convencido, él tenía la mirada perdida y el rostro inexpresivo y ella no supo que decir, los nervios la invadieron por lo que comenzó a retorcerse las manos y se estrujó el cerebro en busca de algún tema de conversación, pero por su mente solo pasaban palabras ilógicas e inconexas ¿En qué pensaba cuando decidió ir?¿Por qué rayos le había hecho caso a Brian? Esto era su culpa…  
  –Oye… emm… terminaron ¿Cierto? –preguntó lo primero que se le ocurrió a pesar de que ella ya sabía bien la respuesta y que no era un tema del que quisiera hablar.   
  –Sabes que sí –contestó Alex con un tono de voz muy extraño y sin mirar a Mónica se apresuró a añadir–. Voy a almorzar. 
  Se levantó sin decir nada más y se marchó. Ella observó como se alejaba mientras su mente maldecía y luego se volteó para ver como Diana la miraba con unos ojos furiosos.

 
  Diana no era capaz de creer lo que veía, Mónica le hablaba animadamente a Alex ¿Cómo se atrevía?, ¿Cómo era posible?, la miró fijamente con los ojos entrecerrados y sintió un odio tan intenso que jamás había sentido en toda su vida, de repente Mónica se quedó súbitamente callada y Diana deseó desesperadamente que la intensidad de su mirada surtiera efecto en ella, Mónica levantó la cabeza, parecía nerviosa y dijo algo que Diana, a pesar de tener un oído algo más potente que el de un humano, no pudo oír debido a que el bullicio del patio ahogaba las voces y lo convertía todo en un zumbido constante y molesto.     
  Alex le respondió apenas moviendo los labios y su rostro adoptó una expresión que Diana no supo reconocer.  Después de eso se alejó de Mónica sin decir nada más, vio que ella se quedó mirando la espalda de Alex hasta que éste se perdió de vista, luego giró en su asiento y sus ojos oscuros se encontraron con los de Diana, la expresión de Mónica fue de terror y una centésima de segundo más tarde ya estaba de pie alejándose en la dirección opuesta a donde se encontraba, la chica se dispuso a seguirla dejándose llevar por la rabia. 
  Mónica miró hacia atrás, tratando de parecer disimulada, al ver que la seguían apuró el paso aún más y sin embargo Diana la alcanzó rápidamente, no sin antes empujar a un par de personas que obstaculizaban su camino.  
  –Mónica –siseó, ésta se puso rígida e hizo como si no la escuchara–. ¡Mónica! –repitió esta vez más fuerte casi gritando. 
  Moni se giró repentinamente quedando cara a cara con Diana.  
  –No te vuelvas a acercar a Alex, ¿Me entendiste? –dijo con voz cargada de odio y apuntándola acusadoramente con su dedo.                       
  Mónica retrocedió un paso.  
  –¡Él ya no es tuyo! –protestó con intención de herir a Diana, pero ella estaba demasiado enojada para ver el propósito de sus palabras. 
  –Eso a ti no te incumbe –contestó ella dando media vuelta y se alejó tratando de controlarse, sabía que su comportamiento era estúpido, sumamente infantil y nada propio de ella, pero Moni había sido su amiga desde primaria–. ¿Cómo podía llegar a caer tan bajo? –pensó Diana, tenía grabada en la mente la  terrible imagen de Mónica junto a Alex y luchó por deshacerse de ella, buscó a su alrededor a alguien, no quería estar sola, vio a Bel con Peter, pero no le apetecía hablar con ellos. Buscó con la mirada a otra persona y notó que Sam caminaba distraídamente a unos metros de distancia, caminó rápidamente hasta llegar junto a él.
  No había querido hablarle por si éste no era capaz de mantener en silencio sus comentarios respecto a Alex, pero en ese momento ella necesitaba a alguien y prefirió confiar en que Sam se comportaría. 
  –Hola Diana –saludó Sam y luego la observó detenidamente examinando su rostro–. ¿Paso algo? – añadió frunciendo el ceño. 
  –Nada importante –dijo tratando de que su voz saliera fluida pero no obtuvo muy buenos resultados. 
  –Dime la verdad –exigió.
  Aunque hubiera empleado el tono adecuado estaba segura que Sam lo habría notado, la conocía demasiado bien…  
  –Nada enserio –farfulló, luego suspiró y añadió volviendo su tono de voz a la normalidad –Solo que no he tenido un buen día –después de todo eso no era una mentira, solo una verdad incompleta.
 No estuvo segura de si le creyó.  
  –¿Qué has hecho? –preguntó para distraerlo.  
  –Nada muy interesante, ya sabes que no hay nadie con quien poder hablar –se quejó Sam, y Diana se relajó un poco al darse cuenta de que él y ella estaban en una situación algo similar. 
  –Estoy yo.
  –Ahora estás –le corrigió su amigo mientras retomaba el paso.   
  –Tienes razón –admitió mientras paseaba la mirada por el resto de la escuela repleta de estudiantes charlando y caminando de aquí para allá.       
  –Siempre la tengo –bromeó Sam con una gran sonrisa. Diana intentó responderle con una, aunque fuera una pequeña, pero no pudo, las comisuras de su boca no dejaban de tirar insistentemente hacia abajo, como si llevara colgando algo muy pesado de ellas. Él no despegó la mirada de su pálido rostro–. ¿Qué tal si hacemos algo mañana?, hace mucho que no salimos.
  Diana lo meditó durante unos instantes
   –Sí, está bien –contestó, después de todo Sam era su mejor amigo, recordó con nostalgia que hace un año salían casi todos los días después de la escuela, normalmente con Tania o Bel y Moni, pero no había tarde en que no se juntaran y este año con suerte habían ido a la tocata… era abrumador darse cuenta como su vida, en tan solo un año, había sido capaz de cambiar tanto.
 

domingo, 12 de junio de 2011

Capítulo trece ;)

  Hellooo :) Como dice el título de la entrada hoy voy a subir el capítulo trece de Cruz de plata, pero antes tengo que anunciar los resultados de la encuesta para elegir la portada del libro... el resultado fue de 17 votos (33%) a la opción dos ( la espalda) y la ganadora con 34 votos (66%) para la opción dos (el dado). Así que ya es oficial :D gracias por los 51 votos y para los que votaron por la segunda opción, no se preocupen por que la seguiremos usando para otras cosas.


 SOLEDAD

   Diana echó a correr sin mirar atrás, no quería permanecer ahí, pero tampoco estaba segura de querer permanecer en ningún otro lugar, sintió el frio viento de la noche chocar contra su rostro surcado de lágrimas hasta encontrar una banca en el desierto patio, se sentó allí y comenzó a llorar mientras trataba de asimilar lo que había ocurrido ¿Cómo podía haber dado la vida un giro tan repentino? No supo con exactitud cuánto tiempo permaneció allí pero cuando Tania la encontró, el bullicio de la fiesta había desaparecido y en vez de las risas y la música ahora era capaz de oír el ruido de los autos cada vez que pasaban por la calle junto a la escuela.
  –¿Qué tienes? –preguntó Tania sentándose a su lado y abrazándola por los hombros–. ¿Qué ocurrió?                   
  Diana no contestó enseguida porque aún no era capaz de controlar su llanto.                         
  –Alex descubrió lo que soy… descubrió que soy una vampira. 
  Tania se mordió el labio.
   –¿Y cómo lo tomó? –dijo ya que no se le ocurrió nada más inteligente, aunque por la situación se podía deducir mas o menos lo que había pasado.
  –Nada bien… –vaciló un momento y luego añadió:– Él es un hombre lobo.
  Tania se asombró. Diana se sintió algo mal por revelárselo a su amiga, no era un secreto, al menos no para la gente como ellos, pero no podía dejar de sentir que acababa de contar algo prohibido.                                                                               
  –Vampiros y hombres lobos no se juntan –reflexionó su amiga, hace mucho tiempo, del que apenas a ambas les quedaba memoria Diana se lo había mencionado, después de todo era la única persona fuera de su familia con la que podía hablar de esas cosas–. ¿Por qué es eso?, nunca me lo has explicado bien.                                                                            
  –Bueno –comenzó Diana guiándose por las historias que su madre le había contado desde que tenía memoria–. La historia dice que debido a que ambos pertenecen a una misma raza de criaturas se formó rivalidad y hubo muchas peleas entre las dos familias que finalmente desataron una guerra –guardó silencio un minuto–. Murieron muchos, mis tatarabuelos entre ellos.                         
  No hablaron durante un tiempo y luego Tania preguntó.
  –Entonces, ¿Qué paso?, ¿Qué fue lo que decidieron?    
  Diana hizo una mueca y  bufó.                      
  –Yo no decidí nunca nada –explicó con impotencia–.  Alex dijo que deberíamos dejar de salir –Diana sintió que su estómago se encogía al recordar sus palabras–. Dijo que no quería que yo saliera herida –añadió haciendo memoria su último beso… “Último” pensó y las lágrimas volvieron a inundar sus ojos.                                                                            
  –Lo siento mucho –susurró Tania con tristeza–. Tú no estabas de acuerdo con eso.                               
  Diana notó que no era una pregunta, Tani la conocía bien y ella no se daba por vencida de esa forma.             
  –Claro que no, desearía estar con él ahora y no tener que dejarlo nunca –sollozó ella con la mirada pegada en el piso cubierto de polvo–. No me importa que o quién sea.
  Tania no respondió, tal vez ella no estaba tan de acurdo con ese razonamiento. Diana levantó la mirada y preguntó:
  –¿Qué tal tú, lo pasaste bien? –no quería quedarse en silencio, tampoco quería agobiar a su amiga.  
  La expresión en el semblante de Tania cambio drásticamente, a pesar de que tratara de controlarlo. 
  –Bien –contestó ella encogiéndose de hombros sin poder evitar que una sonrisa misteriosa se le escapara por la comisura de su labio.       
  –¿Y dónde está Dan?      
  –Probablemente esté en su casa, pensando en lo que hablamos.                                                                            
  –¿Qué quieres decir? –preguntó Diana sin entender adonde quería llegar Tania con eso.     
  Ella no contestó en bastante tiempo, Diana pensó que tendría que volver a formular su pregunta para salir de ese silencio que ahora tanto odiaba.  

  –Le dije que soy una hechicera –musitó ella con una sonrisa algo histérica.
  –¿Está todo bien? –preguntó Diana mirando a su amiga y dándose cuenta de que su rostro dejaba clara la respuesta.

  –¡Está perfecto! –exclamó mirando las estrellas que brillaban sobre sus cabezas–. Lo más difícil fue que me creyera –comentó y soltó una risita.                               
  –Me alegro por ti –aseguró Diana con voz apagada y sintió algo de envidia por lo bien que le habían resultado las cosas a Tania, ella le sonrió con tristeza, notando la frustración en sus ojos.                                
  –No te preocupes, todo va a salir bien –aseguró, aunque Diana no tenía idea como podría salir algo bien de esto.

  –Es tarde, me tengo que ir a casa –le comentó sin saber por que, pero ya no quería seguir más allí, tal vez si de una vez se iba a la cama y se dormía, a la mañana siguiente se diera cuenta aliviada de que había tenido una pesadilla, una horrible, pero solo eso, un sueño…                
  –Nos vemos el lunes.              
  Diana no respondió y se alejó de la mirada preocupada de Tani.
  Mientras caminaba a pesar de que puso todos sus esfuerzos en lo contrario, pensó en Alex y en que ya nada volvería a ser como antes. Una lágrima solitaria volvió a resbalar nuevamente por su mejilla, miró a su alrededor tratando de distraerse. La ciudad estaba repleta de parques ahora desiertos al igual que el resto de ella, en la que reinaba un silencio que solo la hizo sentir mucho peor ¿Dónde se habían quedado los habituales sonidos de la noche? Ya ni siquiera podía escuchar un auto en la lejanía, ni una brisa, ni sus pasos, ni nada. Temió haberse quedado sorda por lo que pisó apropósito una rama de árbol que estaba a mitad de la acera para oír su crujido, pero el ruido se esfumó tan rápido como llegó dejando todo igual que antes, sin saber si había existido realmente o no.
  Eso era demasiado para ella, corrió con desesperación hasta su casa, era rápida, más rápida que un humano normal, así que no demoró mucho y aunque fuera solo un poco, en su hogar se sentía más segura.
  Trató de no hacer ningún ruido al entrar, no quería despertar a su familia. Ni siquiera se puso su pijama, se arrojó en su cama y abrazó con todas sus fuerzas a su peluche Guu, tal como hacía cuando era pequeña, se quedó así hasta dormir.
  El lunes por la mañana Diana no se sentía mejor, además estaba muy cansada porque no había dormido bien ninguno de estos días, sus ojos estaban muy hinchados y también algo enrojecidos por las lágrimas. Obviamente no tenía ninguna gana de ir a la escuela, sin embargo sabía que debía hacerlo. Se levantó de mala gana y  se observó en un gran espejo que había en su habitación, pero lo único que vio reflejado fue el rostro de una chica, muy pálida y muy triste. Trató de encontrarse a ella en el rostro de ojos vidriosos que le devolvía la mirada, pero no era capaz, tampoco quería ser esa chica, le parecía algo horrible, no solo por el patético aspecto que tenía, si no porque la tristeza que mostraba era profunda e insoportable, pero entonces ¿Era ese reflejo asolado por la tristeza el suyo propio?, ¿Y si lo era, por que no se sentía consciente de lo que veía?, no se interesó en responder esas preguntas, no le servía de nada.
  Bajó a desayunar, desde que tenía uso de razón, y probablemente desde mucho antes, desayunaba siempre lo mismo, de hecho era lo único que comía en todo el día, sin contar la innecesaria comida humana que le daban en la escuela, claro, eso no era más que una masa insípida con la que aparentaba ser normal.
 El líquido de color rojo intenso que se agitaba en su tazón de desayuno obviamente no le pertenecía a ningún humano, o por lo menos era algo obvio para ella, ya que así la había criado su madre a ella y a su hermano. La sangre era de animal, se la proporcionaba la OCCAP, nunca recordaba que significaban las siglas, pero estaba segura que en alguna parte decía algo sobre animales peligrosos, ésta organización estaba realmente formada por vampiros, unos muy antiguos y la única otra familia que vivía permanentemente en esa ciudad. Trabajaban para el alcalde Frank Smith, el tío de Maribel, pero éste pensaba que era solo una inútil organización que mantenía alejados a los osos, y esos animales que vivían en el bosque circundante a la ciudad y otras cosas por el estilo.
  Diana se fue a la escuela en autobús, sentada en los últimos asientos, vio que Maribel estaba junto a Peter y supuso que ella, al igual que Tania, lo había pasado de maravilla en la fiesta. A varios asientos de distancia vio a Moni rodeada por sus nuevos amigos, Brian y David, que parecían hablar seriamente entre ellos.                            
  Se puso unos audífonos y comenzó a escuchar su canción favorita de Heioupi con su teléfono celular, pero cuando iba a mitad del viaje recordó que a Alex también le gustaba mucho Heioupi, se arrancó los audífonos de un tirón y los volvió a guardar en su bolso, luego apoyó su mejilla en la ventanilla del autobús e intentó no pensar en nada, aunque sin muchos resultados.                     
  En la escuela fue a saludar a Tania que se encontraba sentada en la banca de Dan, junto a Dan, probablemente ahora esa sería oficialmente la banca de Tania y Dan.   

  –Hola –los saludó con voz apagada, intento sonreír pero no pudo.                                                                               
  –Hola Diana –le respondió Tania observándola, parecía preocupada –¿Cómo has estado?                                
  –Bien –mintió y se sintió incomoda por interrumpir de esa manera la felicidad de Dan y Tania por lo que les dio la espalda y se marchó a caminar sin ningún rumbo, el día estaba nublado y muy oscuro, corría una brisa suave, pero helada que hizo a Diana sentir un escalofrió.
  –¡Hey Diana!
  Ella se volteó y vio que Sam se le acercaba, llevaba un gran abrigo café y unas botas, le sonreía ampliamente, la última semana había vuelto a hablarle, después de estar extremadamente frío con ella, eso había significado un notable alivio, ya que tener a su amigo devuelta a la normalidad era algo que no tenía precio alguno, en especial por el hecho que ya no intentaba tomarle la mano u otras cosa incomodas que debía soportar durante los primeros meses de clases..
  –Hola –respondió cabizbaja.
  –¿Qué tal?                                                                            
  –No muy bien –contestó sin pensarlo y Sam la miró extrañado.

  –¿Por qué? –preguntó evaluando su rostro.
  Diana lamentó no haberle mentido asique se apresuró a responder sin dar detalles.                                
  –No la pasé muy bien en la fiesta.                                       
  –¿En la fiesta?, ¿Qué ocurrió?                                            
  –Alex y yo terminamos –dijo rápidamente desviando la mirada y notando otro escalofrió, esta vez no por el frío.     Sam guardó silencio por unos momentos, por las muecas que hacía, Diana pudo darse cuenta de que se estaba aguantando a decir muchas cosas.
  –Sabía que algo así iba a pasar –murmuró cuando finalmente no pudo mas–. Lo sabía, yo siempre lo supe…         

  Ella quiso responderle que simplemente se callara, pero de algún modo, apreciaba y agradecía su gran esfuerzo por no decir nada más.
  –¿Cómo te fue en la fiesta a ti? –se limitó a preguntar para cambiar el tema.                        

  –Nada bien la verdad –respondió retomando su tono normal–. Moni no paro ni un solo minuto de hablar sobre Bel y que Bel la había traicionado y lo mucho que odiaba a Bel y otro montón de cosas sobre Bel y Bel –se quejó poniendo los ojos en blanco.                                                                        
  –Eso es porque a ella le gusta Diego. 

  –Así es, es lo que ella me dijo, pero eso era antes, me contó que ahora le interesaba otra persona –Sam se calló de golpe y pareció arrepentirse de haber dicho algo. Clavó la mirada en sus pies, algo nervioso.            
  –¿Enserio? –dijo Diana sorprendida, aunque la verdad era que Moni cambiaba de enamorado con una rapidez asombrosa–. ¿Quién?
  Sam se quedó en silencio.
  –Vamos –insistió Diana, no era que le interesara mucho, pero era el único tema que tenía para hablar, además le molestaba que Sam pensara que no podía confiarle un secreto.
  –Em.… –dudó Sam más nervioso–. Bueno, ella dijo que le gustaba Alex.                                                                            
  Diana demoró un segundo en comprenderlo y sintió que sus manos se convertían en puños. En ese momento pensó que su cara debía parecerse mucho en las muecas que había puesto Sam para no decir nada antes.
  –Creo que Katty tenía razón…–logró gruñir con los dientes muy apretados.
  Sintió un profundo odio hacia Moni y todo lo que tenía que ver con ella, no recordaba haberse sentido así nunca antes en su vida. Sam se le acercó un paso y le preguntó:        
  –¿Estás bien?                                                                              
  –Sí –mintió esta vez aunque su voz no la respaldaba para nada–. Me tengo que ir.              
  –Está bien –dijo él con la frente surcada de arrugas mientras se arrepentía de haber dicho cualquier cosa sobre Moni–. Te veo luego.

   Mónica paseaba por los corredores junto con sus dos nuevos amigos, David y Brian… No estaba muy segura si se podía decir precisamente que estos eran sus amigos, pero eran las únicas dos personas que querían permanecer con ella en ese momento, para Moni eso significaba bastante.
  –No te preocupes –dijo David con ese tono típico suyo, cargado de solemnidad, que usaba cada vez que hablaba, como si se estuviera dirigiendo a una persona de mayor autoridad, en vez de solo estar hablando con sus compañeros en el patio de la escuela–. Podemos ir a comprarte una malteada–. Exclamó jovialmente, también solía ocupar palabras extrañas como “malteada” en vez de “batido de fruta”.                                                                    
  David era casi de la misma estatura que Moni, era moreno y tenía ojos marrones muy oscuros.
  Brian en cambio era como mínimo una cabeza más alto que David, su cabello negro y liso, muy largo, lo llevaba como siempre cubierto por la capucha de su abrigo y tenía los ojos del mismo color que David pero de una forma diferente y la piel clara como la de Moni.     
  –Eso estaría bien –dijo Moni aunque estuvo a punto de rechazarla porque no era exactamente lo mejor para el frio de ese día.               
  –Me gustaría poder hacer algo para ayudarte –confesó Brian algo frustrado al darse cuenta del poco ánimo de Mónica.          –Nadie puede ayudarme –susurró Mónica al mismo tiempo que entraba en el comedor que se encontraba repleto de gente refugiándose del frío–. Bel me arruinó la vida.           
 –No te lo tomes de ese modo –sugirió Brian que siempre veía el lado positivo de todo, cosa que a Moni no le gustaba para nada, de hecho solo la irritaba más.       
  –Pero, ¿No te das cuenta? –dijo Mónica hablando algo más fuerte, miró a su alrededor y luego añadió mas bajo–. Ahora todos creen que yo soy la mala y que ella es la santa –bufó con desprecio–. ¡Seguro va a ser una santa…!    
 –¡Vamos! –le interrumpió David antes de que su amiga se saliera de control–. Las malteadas alegran a todo el mudo.
  Se pusieron en la corta fila del comedor y David compró a cada uno una malteada de chocolate.      
  –Gracias –murmuró Moni tomando su malteada.      

  David la observó de reojo con una sonrisa.
  –¿Ahora estás mejor?     

  –No lo sé –contestó ella encogiéndose de hombros y bajando la mirada–. Yo solo quería ayudar a Bel.                
  –Pero ahora te gusta Alex ¿No? –dijo Brian después de un escalofrío producido por la malteada–. ¿Entonces por que siguen enojadas?
  –Eso no quita el hecho de que ella me haya arruinado la vida.                                                                                
  –Ese Alex no me agrada –dijo David repentinamente, después de estar unos momentos pensativo.    

  –No te tiene porque agradar, tú no sabes nada –dijo Moni fulminándolo con la mirada.                                      
  –Además Alex está con Diana.                                           
  –No, no es verdad, ellos terminaron el sábado –contestó Moni con voz soñadora, como si esa idea fuera capaz de arreglar todos sus problemas.           
  –¿Enserio?, no tenía idea –dijo Brian interrumpiendo sus pensamientos.                                                                      
  –Todos lo saben ¡es el escándalo de la semana! –exclamó, ella lo había escuchado hoy en la mañana de unas chicas que no conocía.
  –Pero, ¿Diana no es tu amiga? –dijo David y el comentario no le hizo ninguna gracia a Mónica.                       
  –Era –le corrigió frunciendo los labios hasta convertirlos en una línea –Pero ella ahora está del lado de Maribel y además no podemos ser amigas si a las dos nos gusta Alex.            
  –Yo creo que sí podrían ser amigas –opinó Brian con la mirada perdida en la nada.                          
  Moni lo miró como si estuviera loco.
  –Claro que no –dijo ella entre dientes–. ¿Cómo podría ser amiga de Diana después de todo lo que pasó?            
  –Yo creo que sí –convino David asintiendo.     
  –No –repitió ella inflexible.         
  David y Brian se miraron sin querer comenzar una pelea con Moni así que Brian preguntó lo primero que se le vino a la mente.
  –Pero… ¿De verdad te gusta Alex?                                 
  –Por supuesto –afirmó abriendo mucho los ojos–. Él es perfecto, Me encantan sus ojos –explicó Moni volviendo a hablar con voz soñadora.                            
  David negó con la cabeza.
  –Ni siquiera lo conoces –le recordó. 
  Mónica entrecerró sus ojos y él tomó su malteada evitando su mirada.   

  –Vamos a sentarnos ahí –propuso Brian señalando una mesa libre al notar que la situación se ponía tensa. 
  Bel regresaba a su casa, su corazón latía a un ritmo impresionante, estaba sumamente nerviosa y notó que le sudaban las manos, dejándolas empapadas. Cuando llegó aún ideaba en su mente mil formas de explicarles a sus tíos que ella estaba embarazada, pero ninguna le parecía muy conveniente. Colgó su abrigo de color fucsia, bastante delgado considerando el frio que hacía en el exterior, en la elegante percha de la entrada, todo en su casa era así, muy elegante y fino, incluso más que para su gusto. Entró en el comedor, donde encontró a sus tíos sentados en la mesa almorzando sin saber lo que les esperaba, ella se armó de valor.  
  –Tío Frank, Tía Betty; tengo algo importante que hablar con ustedes –dijo con la mayor serenidad que le fue posible y se sorprendió de lo bien que le resultó.              
  Betty que tenía el pelo corto y muy rubio pareció asustarse, pero Frank, un hombre muy serio que se parecía bastante a Bel, ni siquiera se inmutó.   
  –¿Qué pasa cariño? –dijo éste, a pesar de estar calmado, sabía por experiencia que lo que le iba a contar su sobrina no era nada bueno, en el ultimo tiempo nada de lo que les contaba era bueno, solían ser pésimas notas, castigos en la escuela y otras cosas por el estilo.                                       
  Ella lo dudó un momento y luego fue a sentarse junto a ellos.

  –Bueno… –comenzó sin encontrar aun las palabras–. No es muy bueno lo que tengo que contarles…         
  –Prosigue –le alentó su tía con una sonrisa forzada para darle valor.
  Bel notó en su rostro y su voz que estaba alterada. 

  Los miró a los ojos y imaginó que ellos la entenderían, tenían que hacerlo, la habían cuidado y educado como su propia hija desde que sus padres habían muerto.        
  –Yo… yo… voy a tener un bebe.