lunes, 26 de septiembre de 2011

Cap. Veinticinco

Holaa... :) perdón por la demora en subir este capítulo,
Aquí está el resultado de la ultima encuesta, gracias a tooooodos lo que votaron, independiente del voto es importante para nosotras saber su opinión.


  Dejenos un comentario por el capítulo ^^... Aquí está:



        La aceptación
G
   
olpearon la puerta fuertemente. La madre de Alex, Sabrina, abrió lentamente y vio a su hijo convertido en lobo y a una pequeña chica muy sucia, despeinada y demaciado palida junto a él. La imagen la desconcertaba bastante pero antes de que tuviera tiempo de preguntar la chica habló.
  –¿Usted es la madre de Alex? –sonaba como si le faltara el aliento, con voz suave y cansada.
  Sabrina asintió tratando de entender lo que ocurría frente a sus ojos, la mirada de la chica le preocupaba, tenía un toque suplicante que le hacía instintivamente preocuparse por ella.
  Diana suspiró mirando al cielo preparada para contar toda la verdad.
  –Yo soy Diana... la novia de su hijo –hizo una pausa para armarse de valor–. También soy una vampira y sé que Alex es un hombre lobo. Otro vampiro lo atacó en el bosque –Pasó por alto el hecho de que ese vampiro era su madre, tampoco era necesaria tanta información, al menos que quisiera crear otra pelea–. Lo guíe hasta su casa pero ahora necesito que usted lo cuide.
  Sabrina estudió a Diana durante unos largos segundos, luego entró rápidamente a su casa.
  Diana miró a Alex preocupada.
  –¿Lo habré hecho bien?
  Alex escondió las orejas, enseguida salió su madre junto con George.
  Él miró por unos momentos al gran lobo color negro y luego a Diana, después al lobo de nuevo y finalmente posó sus ojos en Diana.
  –¿Vampira? –preguntó atónito, era un hombre tan grande que tapaba toda la puerta.
  Diana asintió asustada.
  –Pasa –dijo Sabrina que apenas lograba asomarse un poco desde atrás de su marido.
  Diana se extrañó de que no empezara una pelea o que la amenazaran de muerte. Entró en la habitación y se sentó en el sofá aroma vainilla en el que ella y Alex habían visto Titanic y besado por primera vez. Eso le dio algo de confianza. Alex se sentó a sus pies.
  –¿Quieren que deje de ver a su hijo? –preguntó preocupada por no ver ninguna reacción de rechazo en los padres de su novio.
  George resopló.
  –No puedo pedirte eso, ¿No te preguntaste porque Alex no te atacó al verte?
  –Sí, la verdad es que sí –confesó observando al gran lobo que era Alex.
  –Mira, cuando nos convertimos en hombres lobo –explicó el hombre sin despegar la vista de Diana– no somos capaces de distinguir a aproximadamente a nadie, por eso es casi imposible que Alex no te haya atacado cuando tú eres una vampira.
  Ella escuchaba y trataba de resolver todo lo que decía. Recordó el momento en el cual el gigantesco lobo había aparecido entre las penumbras, por un tiempo había dado por hecho de que este intentaría hacerle daño.
  –Entonces, ¿Por qué no lo hizo?
  –Los licántropos no atacan ni a sus familia ni a sus parejas, no importa lo que pase –luego señaló a Alex con un gesto de la mano –Si Alex te eligió, no podemos hacer nada al respecto.
  Ella los miró por unos segundos y le preguntó con curiosidad:
  –¿Cómo es eso?
  Observó al padre de Alex esperando la respuesta, sin embargo fue Sabrina la que respondió, se acerco a Diana y le dirigió una mirada amable con sus ojos de color esmeralda, idénticos a los de su hijo.
  –Un hombre lobo –comenzó– jamás podrá atacar ni hacer daño a la persona que ama de verdad, solo con ella a su lado será capaz de controlarse en su estado lobuno, siempre ha sido así.
  Diana se sintió conmovida por la idea, algo muy grande tomaba forma en su corazón. Miró a Alex con apreció, él le devolvió la mirada de la misma manera, pero sus ojos se veían cansados por todo lo que había ocurrido esta noche.
  –Creo que Alex debería descansar –comentó ella, luego de la ayuda de su madre se había curado casi por completo, pero estaba débil.
  –Tienes razón –dijo George examinando a su hijo con la mirada–. Sal afuera, Alex.
  Él caminó arrastrando las patas hasta la puerta que su madre abrió.
  –¿Alex dormirá afuera? –preguntó Diana sintiendo lástima por él, ya que la noche era muy helada.
  –¿Dónde  más?  –preguntó  su  madre  sin  darle importancia, luego miró a Diana y añadió –Tú también  deberías  irte  a  casa,  te  ves  muy  cansada.
  Diana no se había dado cuenta anteriormente del sueño que tenía, además de que no debía tener muy buen aspecto. Sus pantalones tenían las rodillas manchadas de pasto y su horrible chaqueta tenía sangre de Alex.
  –Adiós –murmuró Diana dirigiéndose a los padres de su novio.
  Ellos la despidieron con la mano mientras se levantaba y salía de la casa.
  Escuchó la puerta cerrarse detrás suyo, miró a su alrededor, Alex había desaparecido.
  Con las últimas fuerzas que le quedaban de ese día buscó por la parte de atrás de la casa, su olfato no le serviría mucho ya que todo allí olía a hombre lobo. Trató de escudriñar con la mirada en la densa oscuridad, de seguro se había refugiado del viento entre los árboles cercanos a su casa. Se internó en el bosque y después de buscar durante unos minutos lo encontró, justo como pensaba, refugiado entre un par de grandes árboles.
  Alex levantó la vista y sus ojos se iluminaron al verla. Diana arrodillándose a su lado acarició el pelaje oscuro y suave de su lomo. Él no dejó de observarla atentamente. Se recostó sobre su cuello igual como habría hecho antes. Sonrió al recordar las palabras de la madre de Alex, “Jamás atacará a la persona que ama de verdad”
  –Yo también te amo –susurró acurrucándose y dejando que sus parpados calleran, no necesitaba decirle nada más, eso lo explicaba todo. Él acarició su mejilla en el cabello de Diana y luego de súbito ambos quedaron profundamente dormidos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Capítulo veinticuatro!

 Holo :)
 Muchas gracias por los que han votado en la encuesta, si aún no lo hacen todavía quedan unos días para que puedan decirnos su opinión sobre Cruz de plata, que, aprovechando de mencionar, está a punto de llegar a su fin :(  Luego de este capítulo todavía queda uno más y el epilogo (que también cuenta como uno), Así que tenemos grandes esperanzas de que los últimos que faltan no dejen de sorprenderlos!!
  Esperamos que estén bien :D

...


E
     En el bosque

ran las 7:30 de la tarde del día viernes, Diana estaba acostada en su cama sin despegar su mirada del techo, ese era uno de los momentos en los que sentía que el aburrimiento la superaba,  nada lograba aliviar su tención, toda la semana había sido así y además… extrañaba a Alex. Era el único día de la semana que no había salido con él y lo extrañaba, pero claro, los viernes Alex no estaba disponible, tampoco podía hacer nada más, obviamente estaba castigada; sin ver televisión, nada de computadora y estaba segura de que no tendría dinero en varios meses, aunque para ella todo eso eran solo molestias menores.
  Pasó uno por uno todos los recuerdos de esa semana, cada uno lleno de cierto grado de estrés ¿Qué más podía esperar si a cada segundo se sentía haciendo algo ilegal? La decisión de seguir su relación con Alex seguía en pie y cada día se fortalecía más, pero no dejaba de asaltarla la idea de que todo tendría un violento fin, el miedo a ser descubierta era enorme; cada día al llegar a casa había casi corrido desesperadamente hacía la ducha, ella misma se había encargado de lavar minuciosamente su ropa, sin mencionar que había gastado por completo el frasquito de su perfume favorito, todo eso para librarse de la mayor amenaza de que su madre descubriera en ella el particular aroma de un hombre lobo. De todas formas, para sorpresa de Diana, su madre no sospechaba absolutamente nada, parecía estar completamente convencida de que su hija no sería capaz de desobedecerla, menos si era por un hombre lobo, pero ella no sabía que lo que sentía por Alex era algo mucho más profundo.
  Escuchó que desde el piso de abajo llegaba el molesto sonido del teléfono.
  –Contesta tu Mike –se apresuró a decir con un susurro. Por un momento no ocurrió nada, pero luego de un tiempo se escucharon los pasos de su hermano bajar las escaleras mientras refunfuñaba.
  –Hola –dijo este cuando descolgó el teléfono.
  Diana no le prestó atención, se perdió en sus pensamientos y decidió relajarse. Mañana temprano se vería con Alex, Bel y Peter para hacer algo divertido.
  Cerró los ojos por unos minutos, pero su hermano llegó con pasos agigantados e interrumpió su tranquilidad.
  –Diana, llamaron de la OCCAP, tenemos que ir a cazar.
  –¿Ahora? –se quejó mientras se levantaba y hacía una mueca de disgusto, no le molestaba salir a cazar, pero aunque acababa de desear poder hacer algo para distraerse, ahora la idea no le gustaba–. ¿No puedes acompañar tu solo a mamá?
  –Claro que no –respondió Mike aunque Diana ya se lo esperaba–. Ya te he hecho demasiados favores –añadió mientras le lanzaba a Diana su chaqueta, la más fea que tenía, que normalmente usaba para cazar.
  Ella miró a su hermano con los ojos entrecerrados antes de que se marchara, ¿Favores? ¿Desde cuándo Mike le hacía favores?
  Se puso la chaqueta de color azul marino, muy oscuro y con un horrible estampado al tiempo que se preguntaba qué rayos pensaba su padre cuando se la compró.
  Bajó las escaleras, apenas puso un pie en el primer piso vio que la esperaban Mike y su madre, ellos también vestían chaquetas oscuras, pero al menos se veían decentes.
  –Vamos –dijo Lucy abriendo la puerta y luego ella y Mike salieron corriendo, Diana dio un suspiro y los siguió a una corta distancia.
  Se dirigieron al lado del bosque más cercano a su casa. Tardaron solo diez minutos en llegar hasta él y otros veinte en internarse. Una persona normal habría demorado alrededor de dos horas, pero ellos… no eran normales.
  –Mike, tu vas por el este –ordenó su madre con voz autoritaria–, yo por el norte y tú por el oeste –dijo señalando a Diana y luego se puso en marcha.
  Ella comenzó a correr en la dirección indicada, no llevaba ni un minuto cuando escuchó algo, un animal pequeño, tal vez un conejo… sí, era un conejo, fue capaz de olerlo, no estaba muy lejos de allí y se disponía a seguirlo cuando escuchó algo más, algo mucho más grande que un conejo. Se paró en seco y trató de localizar de donde venía el sonido, era como si un animal enorme corriera rápidamente por el bosque. Diana encontró un lugar sin árboles ni plantas, solo pasto y algunas hojas que se movían débilmente con el viento.
  Cerró los ojos para concentrarse y escuchó unos crujidos no muy lejos de allí, lo que sea que fuera esa criatura había dejado de correr. Olfateó el aire en el momento que una suave brisa le llegaba en la cara, apenas fue  capaz de percibirlo y ya no le quedaba ninguna duda de que era lo que se trataba, el miedo comenzó a invadir todos sus músculos y su mente se trasformó en un completo caos.
  Diana abrió sus ojos lentamente y vio que un gran lobo avanzaba hacia ella con sus pesadas patas. Era enorme, ningún lobo normal en la naturaleza habría llegado a soñar siquiera con ser tan gigantesco, y el color de su pelaje era más oscuro que la noche.
  Lo más inteligente que podría haber hecho en ese momento, sería salir corriendo de ahí cuanto antes, pero no lo hizo, en cambio miró fijamente al lobo a sus ojos que parecían dos grandes esmeraldas y resaltaban como estrellas verdes entre tanta negrura.
  –¿Alex? –murmuró con tan solo un débil hilo de voz, retrocedió un paso, completamente aterrorizada. Estaba perdida, Alex nunca sería capaz de reconocerla en su estado de hombre lobo y acabaría con ella de inmediato.
  El lobo se acercó más y acarició su gran cabeza en el hombro de Diana, en un gesto cariñoso. Ella sintió que su cuerpo se relajaba.
  –Alex… –repitió, ahora con alivio, levantando una mano aun algo temblorosa–. ¿Cómo me reconociste?
  Él no respondió, obviamente, pero lamió la mano de Diana y luego se echó a sus pies.
  Ella se sentó a su lado para sentir el pelaje de Alex, era suave y tranquilizador. Se recostó mirando al cielo en el cuello de Alex, escuchando el ritmo de su corazón, era agitado a diferencia del de ella, increíblemente pausado.
  Sabía que su propio corazón se detendría en algún momento, el día que ella dejara de envejecer, solo ahí le sería capaz convertir a otros vampiros iguales a ella, no tenía intenciones de hacerlo nunca, eso siempre lo supo, pero entonces sería una vampira adulta igual que su madre.
  En cambió Alex podía convertir en un hombre lobo a una persona siempre, excepto cuando era humano, pero él tampoco tenía planeado hacerlo.
  Como Diana ya sabía, Alex dejaría de envejecer igual que ella, pero su corazón latiría por siempre y no había cosa que la hiciera más feliz; saber que podría escuchar su latido eternamente… eran tan distintos, y a la vez tan iguales, perfectos el uno para el otro… ¿Por qué tenía que existir esa estúpida guerra? Las razones por las que se creó nunca fueron muy claras y sin embargo siglos después seguían afectando las vidas de sus familias.
  Diana pensaba en todas estas injusticias, olvidando por completo su propósito en el bosque. Siempre se sentía bien con Alex, a pesar de que no hablaran absolutamente nada.
  Fijó su vista en las estrellas, el cielo estaba completamente despejado y podía ver a la perfección todas las constelaciones, a pesar de no saber sus nombres, pensaba que eran hermosas y podía haberse quedado observándolas toda la noche… o incluso más.
  Sintió que una brisa corría por su rostro y un segundo después Alex se levantó de un salto, haciendo que Diana cayera de golpe en el pasto húmedo. Ella se incorporó de inmediato para observar que pasaba. Se quedó helada de miedo al ver como dos siluetas aparecían entre los árboles.
  Las siluetas llegaron al claro y Diana vio horrorizada que eran Mike y su madre.
  Lucy mostraba los colmillos y su hijo la seguía algo nervioso.
  Alex gruñó fuertemente, enseñando sus afilados dientes amenazadoramente también.
  –¡Diana, aléjate de él! –ordenó su madre. Tenía la mirada increíblemente hostil, pegada en Alex. Su hija nunca la había visto tan… despiadada.   
  Diana lo único que hizo fue acercarse instintivamente a Alex.
  –Aléjate, Diana –insistió su hermano Mike mirando a su madre con preocupación, tenía las manos apretadas en un par de puños.
  Ella siguió sin hacerles el más mínimo caso. Alex se volteó hacia ella, incluso en su forma de hombre lobo Diana era perfectamente capaz de entender el significado de esa mirada que ya había visto un par de veces antes. Casi podía oírlo decir “No quiero que te pase nada malo”. Sin embargo esa mirada era un mal signo, ni después del baile de las hojas ni del día que vio a Sam en los lavabos, habían terminado muy bien las cosas.
  Retrocedió unos cuantos pasos y vio como Alex volvía a observar, ella avanzó en su dirección, aunque era pelea segura, Alex se veía tan débil.
  –Mamá, por favor no lo hag… -comenzó a suplicar Diana, pero fue interrumpida.
–¡Dime porque estas con ese estúpido hombre lobo! –gritó ella, pero no espero la respuesta de su hija, que horrorizada vio como Lucy se abalanzaba sobre Alex y lo golpeaba con una fuerza devastadora cerca de su cuello. Este trató de alejarse y Diana se dio cuenta de que no quería luchas y que se estaba conteniendo para no herir a su familia.
  Ella soltó un chillido y trató de ir en su ayuda, pero Mike la tomó fuertemente del brazo y la hizo retroceder.
  Alex giró, dispuesto a huir antes de uqe todo se pusiera peor, se volteó ágilmente, pero al hacerlo dejó su cuello completamente expuesto, Lucy no desaprovechó la oportunidad, lo mordió. El lobo soltó un gran aullido de dolor y lanzó a la vampira varios metros por los aires.
  Diana no lo soportó ni un instante más, se soltó de Mike de un solo tirón y corrió a arrodillarse junto a su novio, miró la gran y sangrante herida que tenía en el cuello, puso las manos sobre ella tratando de contener inútilmente la sangre. Sus ojos se llenaron de lágrimas y cayeron por su rostro. Ella giró la cabeza y vio que su madre se acercaba con intención de atacar nuevamente a Alex, se levantó bruscamente mostrando sus colmillos.
  –Si lo van a lastimar más, tendrán que pelear conmigo primero.
  Su madre y su hermano la observaron sin comprender.
  –¿Quieres pelear con nosotros? –preguntó Mike perplejo alzando una ceja– ¿Te has vuelto loca?
  –Si, así es –exclamó ella en respuesta, muy segura de sí misma y luego avanzó un paso hacia ellos.
  Aunque se hubiera esforzado mucho, Diana, nunca se habría imaginado en una situación parecida, aunque ahora sabía perfectamente lo que tenía que hacer y estaba dispuesta a ello.
  Lucy y Mike se quedaron mudos y la observaron con incredulidad como esperando que Diana les dijese que solo era una broma, sin embargo ella tomó aire y continuó hablando soltando todas las angustias que llevaba guardando consigo desde hace tanto.
  –Vamos, esa inútil guerra ocurrió hace cientos de años –dijo lanzando una mirada desafiante a su madre para advertirle que esta vez no la interrumpiera–. Se supone que no debemos cometer los mismos errores que nuestros ancestros, es por eso que murieron –se detuvo unos segundos y luego añadió con más energía–. Mamá por favor, en el fondo somos de la misma raza y esta pelea ya no tiene ningún sentido… dejo de tenerlo hace mucho.
  Diana terminó su discurso. Lucy miró de reojo al lobo que aullaba lastimeramente detrás de su hija.
  –Tiene razón mamá –dijo Mike acercándose a su hermana y colocándose junto a ella–. Esta guerra ya debería haber terminado hace mucho.
  Su madre los miró incrédula y comenzó a protestar ahora más débilmente.
  –Si sus ancestros los vieran así…
  –¡Seguro estarían orgullosos de que un siglo después siguiéramos sufriendo por las mismas estupideces! –la interrumpió Diana sarcásticamente mientras Mike asentía. Ella sabía que no podía dejar pasar más tiempo, la vida de Alex peligraba segundo a segundo.
  Se acercó a su madre con desesperación y la tomó por los hombros. Ella seguía observando con el ceño fruncido.
  –¡Solo ayúdame mamá! –suplicó como último intento.
  La mirada de Lucy dudó, pero finalmente se liberó de Diana y caminó hasta arrodillarse junto a Alex que la observaba asustado.
  Sin decir nada pasó su mano lentamente a unos centímetros de la mordedura.
  La madre de Diana era especial, cuando algunos vampiros llegaban a la adultez descubrían que tenían una especie de poderes, ella por ejemplo podía curar las heridas rápidamente.
  Diana también se puso de rodillas a su lado observando cómo Alex dejaba de sangrar.
  Después de un minuto el lobo se puso de pie lentamente, aunque no parecía capaz de mantenerse así mucho tirmpo.
  Lucy miró a su hija, ademas de descubrir seriedad, para Diana el rostro de su madre era completamente inexcrutable.
  –Tienes que llevarlo a casa… aún sigue débil –dicho esto, se levantó y miró a su hija fijamente, ella asintió.
  En lo más hondo de su corazón el alivio era gigantesco, pero no podía de dejar de ver al débil lobo que se ezforzaba por mantenerse en pie. De un momento a otro reaccionó, se colocó junto a Alex y ambos se internarón en el bosque, el camino que quedaba aun era muy largo y no tenian tiempo para perder.