lunes, 29 de agosto de 2011

Caaapítulo Veintitrés...

  Helloooo!!! Sentimos mucho haber tardado tanto en subir este capítulo, pero esperamos que les guuste :)
También les pedimos que por favor respondan la nueva encuesta que acabamos de añadir para saber su opinión sobre la historia.
  Disfruten del capítulo!!

K
        Perdida 

atty había estado fuera toda la noche, debía tener unas cuarenta llamadas perdidas de su madre, pero apagó su teléfono después de las primeras once veces que la llamó, no necesitaba escuchar nada de lo que le iba a decir. Además no estaba haciendo nada malo, solo caminar, caminar bastante, tanto que ni siquiera sabía donde rayos estaba, y aunque contestara su teléfono no sabría que decirle, porque lo único que necesitaba saber era que ella estaba bien… lástima que realmente no lo estuviera.
  ¿Qué estaba pasando? estaba en un lugar completamente extraño a las 6:30 de la mañana hablando con gente desconocida, prácticamente vagos que encontraba en la calle, que hasta  parecían tener mejor idea que ella sobre lo que pasaba en el mundo… Eso no era exactamente algo muy complicado, lo único de lo que Katty estaba segura en ese momento era que Derek no estaba con ella.
  En un intento de consolarse se había repetido cien veces que Derek debería estar como ella ahora, que debería sentirse fatal en ese momento y que la necesitaba, porque estaba solo. Pero era obvio de que Derek no era quien se encontraba a las tantas horas de la mañana, en quien sabe donde, con la ridícula escusa de “Voy a comprar baterías mamá, vuelvo enseguida”… Él no podía sentirse peor que ella, pensar más estupideces que ella, encontrarse tan perdido como ella. Era imposible; ya había tocado fondo.
  Detuvo sus pensamientos un minuto para observó el lugar donde estaba, era una calle muy amplia cerca de la costa, había por un lado decenas de rascacielos en diferentes colores y por el otro lado había un parque inmenso de más de cuatro cuadras.
  Trató de usar todo el sentido común que le quedaba para reconocer el lugar; la única costa que había en la ciudad estaba a menos de una hora en auto lo que deberían haber sido nueve horas caminando, no era un cálculo muy científico pero realmente no le importaba si estaba equivocada, de alguna manera volvería.
  El sol comenzó a salir, los cálidos rayos daban  justamente al cabello de Katty. Se sentó en un paradero de autobús, por suerte era domingo, prácticamente imposible que tuviera compañía, dejó caer su largo cabello castaño rojizo por el borde de la banca y miró como las estrellas de la noche se ocultaban poco a poco con los potentes rayos de sol. Cerró los ojos, el olor a la costa la invadía por dentro, era una agradable sensación, pensaba en lo genial que sería escaparse un día a la playa, talvez solo para mirar el mar… o para nadar hasta  confundirse en el agua.
  Sintió que tenía compañía, alguien  estaba sentando justamente a su lado y definitivamente era inconfundible; respiración siempre agitada, olor a perfume de abuelo, incluso creía percibir el tic nervioso del pie. Tocó su suave mano, si definitivamente era Derek… eso o una alucinación, después de todo había pasado muchas horas sin dormir ni comer nada.
  –Hola –Derek miraba los edificios con sus profundos ojos azules.
  –Hola –apretó su mano comprobando que no era su imaginación, pero todavía podía tratarse de un sueño,  todo estaba tan en calma… ¿quién le aseguraba de que no se había dormido pensando en la playa?–. ¿Cómo me encontraste?
  –Yo solo… estaba por aquí –él se encogió de hombros con naturalidad.
  Psicópata.
  Derek miró el piso con una sonrisa, parecía como si Katty hubiera dado exactamente en el clavo.
  ¿Cómo está todo en tu casa? dijo ella con una vos muy suave.
  –Iincreíblemente nauseabundo, nunca pensé que mi madre pudiera volverse tan irritante –suspiró con cansancio antes de continuar–. Está como loca.
  –Me lo imaginaba –susurró ella llevando la mano de Derek hacia su mejilla.
  Él cerró los ojos unos segundos, el sol ya los iluminaba por completo y el impecable silencio daba la sensación de que no había nadie vivo en kilómetros a la redonda, solo ellos dos.
  –La verdad no sé de qué me quejo –explicó apenas abrió los ojos–, yo no he estado mucho mejor. Creo que últimamente estoy… estoy haciendo todo mal ¿entiendes? Es desastre tras desastre, y no sé cómo parar –miró al cielo como lo hacía ella, en ese momento sus ojos se volvieron tristes–. La estupidez más grande del mundo que hice fue dejarte.
  Katty se quedó callada un momento.
  –Pero lo hiciste.
  –Si, lo sé y lo siento –la miró a sus grandes ojos de color gris–. Katty yo… pelearía contra cincuenta elefantes con tal de que me perdonaras, te amo de aquí hasta un planeta lejano que ni siquiera han descubierto, extraño tu risa, tus ojos, la manera en que muerdes el labio cada vez que estas nerviosa o que te muevas por todos lados cuando duermes o cuando… –Ella lo interrumpió con un beso y abrazándolo fuertemente.
  –Nunca pelees con cincuenta elefantes, te aplastarían en dos segundos, y no creo moverme tanto cuando duermo.
  Derek la besó por medio segundo.
  –Es cierto y además haces ruidos de ratón. 
  Katty lo miró sonriendo y luego  su expresión cambió bruscamente, se mordió el labio con decepción y sus ojos dudaban inquietamente entre los de Derek  y el suelo.
  Derek, yo me voy a ir... y no creo que vaya a volver, mis padres quieren que nos vayamos de la ciudad y ya transfirieron a todos mis hermanos solo falta que encuentren una escuela para... mi.
  Derek se quedó callado por unos segundos, una cosa en su facciones le hizo sentir a Katty que planeaba algo lo más rápido que podía. Él le devolvió la mirada unos segundos.
  –Katty, no voy a perderte otra vez.
  Pero entonces ¿qué puedo hacer? yo tampoco quiero irme.
Derek la tomó con suavidad por ambas manos y quedó frente a ella.
  Entonces hagamos lo impensado Katty, eres todo mi mundo, no necesito nada más.
  ¿Qué quieres decir?
  Él la miró con los ojos medios abiertos por el sol que llegaba justamente a su cara y una sonrisa un poco irónica.
  Cásate conmigo Katty.
  ¿Qué? –murmuró, estaba confundida, pero notó como su corazón se aceleraba de un momento a otro.
  Cásate conmigo, no te puedes ir si nos casamos y estar contigo por siempre es lo único que quiero.
  Katty procesó lo que le dijo y después de unos segundos solo se arrojó a sus brazos,  lo besó mientras el autobús llegaba y un montón de personas malhumoradas los miraban con desaprobación.
  Claro que si susurró finalmente uniendo su cabeza con la de él.

jueves, 11 de agosto de 2011

Capítulo Veintidos

     Holaa   :)   Ya cada vez va quedando menos para que termine el libro, ya estamos por el capítuklo veintidos O.o !! Así que disfruten este capitulo :D y no se vallan sin dejar un comentario!!
    Gracias como siempre por leer ;)


L
              La verdad

ucy, la madre de Diana, se dirigió a abrir la puerta, algo la detuvo justo en el último momento, con la mano sujetando la puerta sintió esa sensación extraña que la invadía a veces en el último tiempo, era como si algo malo estuviera a punto de suceder, en algunas ocasiones, la mayoría, lo sentía al ver a su hija, pero jamás con tanta intensidad como ahora. Sentía como si pudiera olerlo en el aire; el peligro, el miedo, la turbación… Todo eso materializado en algo que no podía ver, pero estaba ahí, en el aire, dentro y fuera de ella.
  Era imaginación suya, eso era lo que se decía, a pesar de que  ahora le costaba creerlo. Meneó la cabeza y abrió la puerta.
  Observó la escena que había delante de ella por unos segundos, miró a su hija y luego poco a poco su vista ascendiendo hasta el rostro de Alex. No sabía quién era, pero con el más leve soplo del viento en ese instante, todo quedo relevado, conocía ese aroma y dentro de si ya no era temor lo que sentía, era furia.
   –¡¿Qué le hiciste?! –exclamó con una voz fría al tiempo que le arrancaba a Diana de los brazos y la alejaba lo más posible de esa criatura.
   –¡Yo no le hice nada! –exclamó Alex sin poder evitar sentirse enojado por la acusación, una parte de él estaba agradecido de que la madre de Diana no lo hubiera atacado apenas abrió la puerta, pero otra no soportaba la idea de que dijieran que él le había hecho daño… Ahora acababa de olvidar las líneas que tenía planeadas–. Ella estaba peleando con un vampiro adulto...
  La madre de Diana hizo como si no lo escuchara, se dio vuelta y fue a dejar a su hija inconsciente a un sofá. Alex se preguntó si ahora ella lo atacaría, pero cuando se volteó sólo le dirigió una mirada asesina y gritó:
  –¿Qué diablos iba a estar haciendo ella peleando con un vampiro?
  Alex iba a responderle pero una voz débil llegó desde el interior de la sala.
  –Víctor mató a Sam –murmuró.
  Los dos miraron a la vez, Diana había abierto los ojos.
  Alex entró a la casa sin pensarlo y se arrodilló junto a ella.
  –Diana, ¿Estás bien?
  –Creo que me rompí el brazo –dijo con una mueca de dolor.
  –¡Aléjate de ella! –gruñó Lucy–. No te atrevas a tocarla.
  Diana alzó la vista hasta su madre, tratando de comprender mejor la situación ¿En qué momento había llegado a casa?, no era capaz de recordarlo.
  –Mamá, Alex es mi novio –dijo haciendo un esfuerzo por calmar la situación.
  –¿Cómo puede ser tu novio un asqueroso hombre lobo! –gritó Lucy indignada, luego miró a Alex y siseó amenazadoramente–. Sal de mi casa y vete con tu maldita familia.
  Alex se levantó del suelo y le dirigió a Diana una mirada de disculpas–. Perdón –gesticuló con los labios y salió de la casa antes de que pasara algo peor, la madre de Diana cerró de un portazo y luego dirigió la atención hacia su hija.
  –¿Se puede saber qué rayos hacías con un hombre lobo?
  Diana la miró sorprendida y trató de incorporarse pero su brazo no se lo permitió.
  –Ya te lo dije mamá, él es mi novio.
  –¿Novio? –bufó su madre aun más furiosa que antes–. ¿Acaso sabías que su familia mató a tu tatarabuelo y a muchos más? 
  –Alex no tuvo absolutamente nada que ver en esa pelea –exclamó Diana tratando inútilmente que su madre la comprendiera–. Además muchos de su propia familia murieron también.
  –¡No me importa! –gritó Lucy, luego respiró hondo y trató de tranquilizarse contando hasta diez, cuando volvió a hablar su tono era mucho más calmado–. No quiero que vuelvas a salir con él, nunca. Y quiero que me expliques que es lo que te ha pasado.
  Diana no respondió de inmediato, se limitó a observar un cuadro con un gran castillo blanco colgado junto al marco de la puerta.
  Le contó con muy pocos detalles lo que había pasado con Víctor Markt mientras su madre curaba sus heridas y, pero su mente estaba en otro lugar, ni siquiera escucho el castigo que está le dio cuand acabo, definitivamente no la obedecería, entre ella y Alex había una promesa y está vez nada la rompería.

   Alex caminaba lentamente por la acera, pateando distraídamente una pequeña roca grisácea, estaba a unas cuantas calles de la casa de Diana, recordaba una y otra vez lo que había ocurrido, había sido estúpido al llegar a una casa de vampiros siendo un hombre lobo, pero había sido necesario hacerlo por Diana, si no aún estaría de camino a un lugar seguro… al menos ella estaba bien. Pateó la piedra otra vez, esta rodó hasta salirse de la acera y detenerse junto a las raíces de un árbol reseco. ¿Qué iba a pasar ahora?, no podía dejar de ver a Diana ¿O sí? Alex sacudió la cabeza. No, no podía, ya que lo había intentado sin éxito, pero ¿Cómo podían seguir saliendo si los padres de su novia estaban en total conocimiento de lo que él era? No podían ocultarlo, eso lo acababa de aprender.
  “Aquí estoy Diana” Alex recordó lo que le había dicho a Diana en el bosque, él siempre iba a estar allí para ella pasara lo que pasara.
  Caminaba en dirección a su casa, pero se dio cuenta de que no quería ir allí. Dio media vuelta y tomó una dirección hacia ninguna parte, el viento soplaba fuerte y le despeinaba el cabello. Entre las nubes le fue posible ver la enorme luna, que ese día iluminaba bastante.
  Había llegado a una conclusión definitiva, no dejaría a Diana, de ninguna manera, no de nuevo y menos después de que se lo había prometido. A él jamás le había agradado romper las promesas, incluso las más inútiles, ya se sentía bastante mal por haberle fallado a Diana con respecto a que no los descubrirían.
  Decidió sentarse en la acerca, si no tenía lugar a donde ir, no lograba mucho con seguir avanzando sin rumbo “Esta bien… no tengo idea que voy a hacer para poder estar con Diana, pero lo haré de todas formas “pensó él con desilusión.
  –¡Alex! –escuchó que lo llamaba una voz desde lejos.
  Se levantó y divisó una pequeña figura que corría en su dirección, era Diana.
  Cuando se acercó lo suficiente vio que llevaba el brazo envuelto en una manta blanca y un pequeño parche en la frente.
  –Alex lamento no haber podido evitar esto –se lamentó ella con una sonrisa triste mientras lo abrazaba con su brazo bueno.
  Alex la besó tiernamente por unos pocos segundos.
  –Diana, ¿Qué haces aquí?, deberías estar en cama.
  –Por favor, soy una vampira, en dos horas voy a estar perfectamente.
  Él la abrazó con alegría, la necesitaba justo en ese  preciso momento más que a nada en el mundo. Permanecieron así un tiempo, luego Diana se alejó con cuidado y lo miró directamente a los ojos, ahora su expresión era triste.
  –Todo esto es mi culpa, Alex –murmuró Diana al tiempo que se encogía–. No habría pasado nada si yo no hubiera ido por Víctor –pronunció su nombre con repulsión, después hizo una pausa y los ojos se le llenaron de lágrimas cuando añadió con apenas un hilo de voz–. Él tampoco habría matado a Sam si no fuera por mi culpa.
  –No digas estupideces –le consoló Alex tomándole la mano para acariciársela –Lo de Sam solo fue… mala suerte.
  –¡No es así! –exclamó Diana dejando que las lágrimas cayeran, no controló lo que decía, había guardado la culpa dentro de sí todo el tiempo en su casa y ya no la soportaba–. ¿Por qué habría atacado precisamente a Sam de entre todos los estudiantes de la escuela?
  –Solo se le cruzó por su camino en un mal momento –trató de explicar Alex sin alterar la voz.
  Diana se frotó bajo los ojos para secarse las mejillas, pero inmediatamente otras lágrimas las volvieron a empapar.
  –¡No pudo ser coincidencia! –sollozó Diana, sabía que tenía razón con respecto a eso–. Debió detectar un aroma extraño en Sam por mi culpa… y sin embargo yo no noté nada, no noté que era un vampiro ¡incluso estando en la misma sala! –gruñó, había sido un error tras otro y solo ahora podía verlo–. ¡Si me hubiera estado más atenta jamás habría salido con Sam, jamás habría ido con él a los bolos, jamás lo hubiera besado, jamás ni siquiera me habría acercado a él y entonces estaría vivo!
  Alex tenía una respuesta preparada, pero en ese momento la olvidó enseguida, su mente se había quedado en la palabra “besado”
  –¿Qué? –fue lo único que logró decir, él no tenía ni la más mínima idea de que Diana y Sam se habían besado justo el día antes de su desaparición.
  Diana se quedo callada, acababa darse cuenta de lo que había dicho, sabía que no era que debía contarle a Alex, pero tampoco podía ocultárselo o mentir sobre ello. Además si ese beso tenía en parte la culpa de que Sam estuviera muerto, no quería recordarlo nunca.
  Por unos segundos un debate interno se desarrollo en la mente de Alex, una parte estaba algo molesta y la otra le decía que al fin y al cabo todo era culpa suya. Miró a Diana que aún trataba de contener las lagrimas y se dio cuenta de que ese no era el tema, no en ese momento. Se acercó a ella y la abrazó por la cintura.
  –Sabes que no vale la pena culparse a uno mismo de esa forma, Diana.
  Ella asintió, no estaba muy segura de lo que le decía, pero le reconfortaba el hecho de que él la apoyara aún después de lo que acababa de ocurrir significaba muchísimo para
  –¿Qué vamos a hacer ahora? –susurró cuando logró tranquilizarse lo suficiente.
  –No tengo idea Diana –dijo él con una pequeña sonrisa en los labios–. Lo único que sé es que yo estaré aquí contigo, por siempre.
  Diana lo estrechó con fuerza y de forma afectuosa. Si Alex estaba con ella nada podía ir tan mal… ¿entonces por que seguía sintiendo que caminaba por una cuerda floja? Como si en cualquier momento, al mínimo soplo del viento, pudiera caer al vacio.


miércoles, 3 de agosto de 2011

Capítulo veintiuno ;)

 Hooooooooola :D   Cómo estan todos?
Esperamos les guste el capítulo veintiuno, dejen su comentario  :) !!


C
    Pelea

uando el timbre de la salida sonó, Diana dejó su bolso abandonado y salió rápidamente de la escuela. Ni Alex ni nadie podía verla ahora.
  Tuvo que merodear por algunas calles aproximadas a la escuela antes de ser capaz de percibir ese olor familiar, cuando por fin lo encontró notó que estaba bastante debilitado, de hace ya varios días, probablemente no habría sido capaz de percibirlo el Viernes.
  Corrió lo más rápido que pudo, como nunca había corrido antes en su vida. Sabía que tenía gran ventaja sobre Alex, porque ella era más rápida, al menos cuando él era un humano, y además tardaría un tiempo en darse cuenta lo que se proponía, no mucho, pero lo suficiente como para que fuera incapaz de detenerla.
  Agradeció que las calles estuvieran desiertas, la mayoría de las personas se ocultaba del viento dentro de sus casas y los autos que pasaban no serían capaces de verla. Se sintió completamente segura de correr y como no tuvo que tomar ningún desvío, tardó menos de una hora en llegar a las orillas del bosque que rodeaba la ciudad. Allí el olor se percibía más y más fresco, como se dirigía en dirección a la extensión más amplia del bosque, tuvo la esperanza de poderlo hallar ahí.
  Volvió a correr tan rápido como le fue posible, sentía el viento que golpeaba contra su rostro y despeinaba su rubio cabello, también sentía como las ramas y las hojas secas crujían bajo sus pies y luego quedaban rápidamente atrás.
  El rastro se percibía cada vez con mayor claridad, cuando llevaba un par de horas corriendo, llegó a un punto en que todo el lugar estaba completamente invadido por el aroma. Diana se preguntó cómo era posible que no hubiera sido capaz de percibir nada en clases.
  Era obvio que un vampiro había estado viviendo ahí últimamente, Diana comenzó a caminar tratando de guiarse por el oído. No sintió miedo, jamás había sido cobarde y no iba a comenzar a serlo ahora, escuchó un crujido justo detrás de ella. Se dio vuelta de inmediato, pero no había absolutamente nada, olfateó el aire con preocupación, pero todo estaba inundado por el mismo aroma –Debió haber sido un pájaro –se tranquilizó a sí misma, respiró hondo, ahora solo para relajarse y se volteó nuevamente. Ahí estaba la figura de Víctor Markt, con una sonrisa arrogante en el rostro. Ella sintió una rabia incontenible al ver los ojos oscuros de ese monstruo.
  –¡Buu! –exclamó él sarcásticamente y luego rió un poco.
  Diana lo miró un tiempo sin entender que pretendía.
  –No te tengo miedo –dijo ella siendo sincera, lo único que la invadió en ese momento, era la ira y el deseo de ver a Víctor Markt muerto.
  –¿Qué pasó con mi alumna preferida? –preguntó sin abandonar su tono sarcástico.
  A pesar de que a Diana nunca le había dado confianza ese hombre, o más bien vampiro, nunca había imaginado que era tan macabro. Ahora era capaz de ver con toda claridad, lo desagradable y malvado que éste era, sintió una repulsión enorme hacia él.
  Éste vio su reacción y sonrió con maldad. Diana quiso gritarle unas cuantas cosas, pero recordó que Alex se encontraba probablemente en camino y debía actuar cuanto antes.
  Dio unos pasos hacia Víctor y por primera vez desde que había decidido enfrentarlo se preguntó si tendría una mínima oportunidad contra él. Después de todo era un vampiro adulto, es decir que había dejado de envejecer y debía tener muchos años de experiencia, además de que cuando uno alcanzaba esa edad adquiría muchas más cualidades.
  –¿Qué? –preguntó él con sorpresa, adivinando las intenciones de Diana, su sonrisa se ensanchó aun más–. ¿Vas a pelear?, ¿Vas a enfrentarme? –luego rió, no con una risa forzada, la idea de que Diana lo enfrentara parecía causarle mucha gracia de verdad. Esto hizo que ella se desanimara un poco, pero no lo suficiente como para arrepentirse–. Supongo que a tu amigo, ya sabes, él que encontraron hace poco, también le habría hecho gracia verte así ¿No?... lástima que murió –lo dijo solo con la intención de causarle daño a Diana, pero ella no iba a tolerarlo, no iba a soportar que se burlara de Sam de esa forma.
  No lo pensó dos veces y con una agilidad nada propia de un humano saltó sobre Víctor Markt, éste sorprendido por el repentino ataque, cayó de espalda produciendo un gran ruido.
  Ahora ya no estaba sarcástico ni divertido, estaba furioso, se sacó a Diana de encima en un solo empujón, que la hizo volar por los aires y estrellarse contra el tronco de un gran árbol, ella se dio vuelta de que obviamente no tenía idea sobre cómo luchar, era evidente que iba a perder. La idea seguía sin producirle miedo alguno, por alguna razón lo único que le importaba en ese momento era causarle el mayor daño posible a ese asesino.
  Se levantó de un salto, pero él ya estaba a su lado listo para seguir peleando, y eso que ella ni siquiera había recuperado el aliento, le propinó un golpe, Diana intentó esquivarlo, pero no era lo suficientemente rápida ni lo suficientemente hábil, cayó al suelo por la fuerza del golpe. Vio como el vampiro se le acercaba y la observaba, ya había vuelto a sonreír. Ella simplemente hizo lo primero que se le vino a la mente, tomó a Víctor por la pantorrilla y tiró fuertemente de ella haciendo que éste cayera al suelo y luego se la mordió con todas sus fuerzas, utilizando no solo los colmillos, si no todos sus dientes para causarle el mayor daño posible.
  La sangre que brotó de Víctor era de un color rojo blanquecino, muy pálido y tenía un sabor realmente horrible. Diana escupió en el pasto, asqueada al tiempo que Víctor Markt gruñía de dolor. Se levantó y trató de arrojarse sobre ella, pero Diana rodó a tiempo por el suelo y se levantó.
  Se preguntó si debería huir, pero ni siquiera tuvo tiempo para meditarlo, el vampiro estaba detrás de ella. La tomó por el cuello y la hizo girar hasta quedar frente a frente, él volvió a empujarla con más fuerza que antes, esta vez el brazo derecho de Diana y parte de su espalda chocaron contra un roble, esto la hizo dar una media vuelta en el aire y cayó raspándose con el suelo, sintiendo un gran dolor en su brazo.
  –Estoy muerta –pensó dándose por vencida y pensó que tal vez si aceptaba su derrota sería menos patética. Victor tomó impulso para atacarla, pero se detuvo en seco en el último segundo antes de saltar. Miró a su alrededor en busca de algo que Diana no detectó. Ella intentó arrastrarse por el suelo, pero estaba demasiado agotada. El vampiro la miró volviendo su atención hacia ella, sonrió con malicia, enseñando sus colmillos y justo en ese preciso momento Alex apareció tras unos arbustos, apenas tuvo un segundo para observar la situación, ya que Víctor Markt, rápido como una bala, dio media vuelta y se arrojo sobre él, de tal manera que Diana casi ni lo vio.
  –¡No! –gritó Diana sintiendo como todo el cansancio se le quitaba de golpe.
  Víctor cayó sobre Alex haciendo que su espalda se arrastrara varios metros por el suelo.  Aterrizó rápidamente en su espalda sujetándose en su cuello, desgarrando con las uñas. Víctor trató de alejar a Diana sacudiéndose. Ella lo vio a sus ojos de un tono rojo intenso y sus colmillos brillantes, filudos y peligrosos, dispuestos a matar. Nada de eso le importó, pero entonces la tomó por el brazo, el mismo que ya había golpeado anteriormente, y se lo dobló con increíble facilidad.
  Diana se levantó y cruzó de un salto toda la distancia que los separaba, no permitiría que ese monstruo volviera a hacerle daño a alguien más y mucho menos a Alex. No sabía de qué forma, pero se había convencido de no permitir que ese vampiro atacara nuevamente a un inocente.
  Diana gimió de dolor por unos segundos y luego sin pensarlo dos veces, llena de rabia se soltó del cuello de Víctor aferrándose a su espalda sólo con sus piernas, alejó su brazo sano para tomar impulso y luego lo uso para golpearlo con todas sus fuerzas en el lado izquierdo de su cabeza. Víctor cayó al suelo como un costal de papas, estaba muerto.
  Diana se desplomó en el suelo de espaldas en una posición muy parecida a la de Alex que la observaba con sus profundos ojos verdes. Sentía que su cuerpo temblaba incontrolable mente y sus brazos ya no la sostendrían por mucho tiempo, pero había algo mas, algo que tal vez hasta ese mismo momento no había podido notar, desde que había visto al fantasma de su mejor amigo no había desaparecido por completo el peso que cargaba su hombro. Pero ahora ya no estaba y sólo eso podía permitirle que no se derrumbara de un momento a otro.
 Sin embargo no duraría mucho, el cuerpo de Víctor Markt frente a ella le provocaba terror y repulsión y sentía que podía levantarse en cualquier momento para matar a Alex o a ella. Se alejó rápidamente gateando de espaldas hasta ponerse a una distancia de un par de metros, se habría alejado más pero no soportó más el temblor y cayó.
  Sintió que alguien tomaba su mano, a pesar de haber cerrado los ojos no cabía duda que era de Alex.
  –Aquí estoy Diana –murmuró.
  –Lo sé –dijo con una leve sonrisa en los labios–. Siempre estás –susurró.
  Alex la miró nuevamente, pero ella ya estaba inconsciente. La tomó en sus brazos y la levantó con facilidad, no pesaba mucho.
  Corrió a través del bosque en la misma dirección que había llegado.
  No podía creer lo que había ocurrido, las imágenes reproducidas por su mente parecían más las de un sueño que otra cosa.
  Corrió incluso más rápido de lo que le era posible por lo que no tardó mucho en llegar a la ciudad, sin embargo eso no era suficiente, necesitaba llevar a Diana a un lugar seguro, ahora. Sabía muy bien que era una idea completamente estúpida, pero si la llevaba a su propia casa, tendría que atravesar toda la ciudad y necesitaría tiempo del que no disponía, y eso sin contar la gente que los vería, en cambio la casa de Diana quedaba sólo a unas pocas calles de allí y no había nadie a la vista. Tal vez tenía suerte y se encontraba vacía, pero era una esperanza muy vana. No tenía la más mínima idea de que les diría a los padres de su novia, pero eso no tenía importancia ahora, solo podía pensar en la seguridad de Diana.
  Al llegar a la cuadra donde se encontraba el hogar de Diana, no se veía a nadie, por suerte las calles carecían de gente ese día. Avanzó hasta detenerse frente a la casa, respiró hondo y tocó la puerta.