martes, 26 de julio de 2011

Capítulo veinte

   Hooooola !!! ojala les guste este capítulo, ya vamos en el número veinte!! :D
  Gracias por leernos.


La aparición
L

os próximos días fueron un tanto confusos, pero había algo que todos sabían, desde Diana hasta los inútiles policías y todas las personas de la escuela. Era que la muerte de Sam no había sido el resultado de ningún accidente o mera obra de la mala suerte. No, había sido algo mucho peor, y a pesar de que no había persona que no le produjera escalofríos pensarlo, era evidente que había sido un asesinato.
  Ante esto la policía parecía tan indiferente que Diana se enfurecía cada vez que los recordaba, aunque no le extrañaba, desde que la habían confundido con la “señora Jones” se había creado una imagen metal de ellos que probablemente no estaba nada equivocada.
 No había pistas, no había nada, la madre de Sam no había permitido que le hicieran ninguna clase de investigación al cuerpo de su hijo, pero a pesar de eso daba la impresión de que a los oficiales no les importara ni en lo más mínimo que un asesino estuviera suelto por ahí.
  Diana sabía muy bien que había algo extraño y no dejaba de atacarla la horrible impresión que estaba pasando por alto un detalle sumamente importante.
  La gente de la escuela continuaba murmurando al verla pasar, el hecho de que ahora Alex estuviera junto a ella en cada momento, la hacía sentir increíblemente mejor. Sin embargo eso no significaba que se sintiera bien.
  A veces por las noches se quedaba despierta tratando de descubrir el misterio que había ocurrido durante los últimos momentos de vida de su amigo, pero la idea le aterraba tanto que normalmente acababa teniendo pesadillas.
  Ese día miércoles, cuando Diana llegó a la escuela vio que Alex la estaba esperando en la puerta de entrada. Al verla le dirigió una pequeña sonrisa y se acercó a ella.
  –¿Cómo estás? –preguntó él y se inclinó para besarla como de costumbre–. Te ves cansada.
  –Así es –contestó Diana con un suspiro, anoche no había podido dormir bien nuevamente, miró a Alex y preguntó–. ¿Qué tal estás tú?
  –Yo estoy bien –respondió sin borrar en ningún momento la sonrisa, que a Diana tanto le gustaba, de su rostro. Estaba cien por ciento segura de que no ser por el no habría podido soportar tanta presión.
  Lo tomó de la mano y entraron juntos a la escuela. Los días anteriores ambos habían estado hablando mucho sobre sus vidas sobrenaturales, ella había descubierto un montón de cosas sobre los hombres lobo que nunca se había preguntado si quiera, por ejemplo por fin había entendido la razón por la cual Alex nunca había podido salir con ella los viernes. Su transformación de humano a hombre lobo y viceversa no tenía absolutamente nada que ver con la luna llena, según Alex le había explicado el día Lunes, cuando hablaban sentados junto al gimnasio de la escuela.  También había descubierto que los licántropos, al igual que los vampiros envejecían hasta cierta edad y luego mantenían ésta eternamente, eso fue realmente un gran alivio para Diana, ya que la sola idea de imaginar que ella se quedaría congelada en el tiempo mientras observaba impotente como Alex envejecía y moría la hacía estremecerse de terror.
  Ahora en clases de Matemáticas Alex se sentaba a su lado y Diana lamentaba no tener un profesor menos estricto, ya que el director, el señor Harrison continuaba haciéndoles sus aburridas clases desde que el señor Markt se había marchado de la escuela, después de tan solo un día de clases con ellos.
  –¿No crees que había algo extraño en el profesor Víctor Markt? –preguntó Diana a Alex en voz baja, aprovechando que el señor Harrison escribía algo en su libreta.
  –Tal vez –respondió Alex en un susurro haciendo girar el lápiz en sus manos, luego miró a Diana y sonrió–. Digo, ya sabes a lo que me refiero, vestía de forma ridícula.
  Diana rió tratando de no hacer ruido, le sorprendía que Alex también hubiera notado el aspecto de su profesor, pero se calló de golpe cuando el director se volteó y observó severamente para luego empezó a dictar las instrucciones del trabajo, Diana tomó su lápiz y comenzó a tomar apuntes lo más rápido que le era posible.
  Cuando el timbre del almuerzo sonó guardó sus cosas y se puso el abrigo verde que había en el respaldo de su silla, ya que aunque el día no estaba tan frío corría un viento fuerte y muy helado.
  Salieron por la puerta y una gran ráfaga de viento golpeó a Diana en la cara haciendo que su cabello se despeinara completamente.
  Trató de arreglarlo con las manos, pero sólo consiguió que Alex se riera de su patético esfuerzo, y no lo culpaba, tenía absolutamente todo su cabello en la cara. 
  –Voy a los lavabos a arreglar esto –le dijo Diana a Alex que aun no dejaba de sonreír–. Espérame aquí. 
  Asintió y ella se alejó de él en dirección al baño, pero cuando llegó allí la señora del aseo le explicó que los estaban limpiando, por lo que debería ir a los del segundo piso.
  En las horas libres, en especial en la del almuerzo, el segundo piso se encontraba desierto, al igual que el cuarto de baño que se hallaban ahí.
  Diana entró, se miró al espejo e intentó ordenar con los dedos el desastre de su cabello. Entonces pudo ver que junto a su reflejo había el de otra persona un poco más atrás de ella. Después de conocerlos hace años, Diana pensaba que era perfectamente capaz de diferenciar a Sam y Derek, pero era obvio que se equivocaba porque si no hubiera asistido a su funeral hace nada más tres días, habría jurado que la persona que se encontraba detrás de ella era Sam. Pero debía de ser Derek, eso estaba claro, sólo que no entendía que hacía Derek ahí si él no había venido a la escuela ningún día de la semana.
  –¿Derek? –preguntó Diana con un hilo de voz sin  despegar la vista de la persona reflejada, luego se volteó lentamente, pero ahí no había nadie. El baño seguía tan vacio y silencioso como de costumbre.
  Pudo sentir como su cuerpo se helaba aun más de lo normal y se ponía tan rígido como un muro de concreto. Volvió la vista al espejo, sin saber que esperaba ver exactamente, pero éste estaba vacío a excepción de su propio reflejo que le devolvía una mirada aterrorizada, con unos ojos ahora increíblemente claros.
  Dio un salto cuando notó que algo muy frio se deslizaba por su brazo y la traspasaba hasta su interior, intentó sacudirse y retrocedió unos pasos mirando hacía todas las direcciones, pero no se veía nada. El frio continuaba ahí y escalaba hasta llegar a su hombro, sentía su peso como si una persona estuviera apoyada en él.
  Diana quería correr y estaba a punto de hacerlo, pero el recuerdo de la figura que había visto en el espejo le decía que no lo hiciese.
  –¿Sam?... –inquirió con un murmullo casi imperceptible.
  Sintió un frio aliento golpeando contra su oído, seguido de un murmullo.
  –Él fue... –la voz era baja, muy baja, pero se escuchaba a la perfección–. Víctor Mark… él es.
  El peso se esfumó de su hombro mucho más rápido de lo que había llegado, pero lo dejo frio. Las rodillas comenzaron a temblarle y sin hacer nada más, salió huyendo lo antes posible. Bajó las escaleras de tres saltos, aun no entendía nada de lo que había pasado, pero su mente ordenaba todo a casa paso que daba. Víctor  Mark… 
  Giró a la derecha y vio que Alex la seguía esperando justo fuera del aula de Matemáticas.
  Él alzó la vista, su expresión fue de sorpresa y confusión cuando vio como Diana corría hacia él dominada por el pánico.
  Ella llegó junto a Alex y se arrojó a sus brazos.
  –¿Qué ocurrió? –dijo él con un timbre de terror en la voz.
  –Sam –fue lo único que logró articular Diana con un hilo de voz.
  –Sí, sé que es difícil –murmuró Alex confundido, tal vez pensando que a Diana la había embargado otro ataque de melancolía por su amigo, como ya había ocurrido algunas veces antes.
  –¡No! –exclamó Diana con impotencia, no sabía cómo describir lo que acababa de ocurrir en los lavabos–. El señor Mark… –balbuceó al tiempo que se percataba de que estaban a mitad de el patio de la escuela y que a un par de metros de ella una chica de cabello corto y gafas, los observaba con expresión desconcertada. Obviamente ese no era precisamente el lugar más adecuado para tener esa conversación. Observó a Alex y se dio cuenta de lo que acababa de decir, simplemente lo había confundido el triple que antes–. Acompáñame, te lo explicaré bien –dijo bajando la voz lo suficiente como para que solo él fuera capaz de oírla.
  Lo tomó suavemente de la mano y lo dirigió hasta un rincón más apartado, donde no pudieran oírlos los curiosos.
  Tan pronto como llegaron Alex preguntó:
  –¿Qué es lo que está pasando?
  –El señor Markt –jadeó Diana sintiendo como un escalofrío le recorría la espalda, recordó la voz de Sam susurrándole al oído y tardó unos segundos antes de poder volver a hablar –Es un vampiro… él lo mato.
  De eso estaba segura, sin duda era un vampiro, lo que no comprendía era sí lo había sabido siempre o sólo después de lo ocurrido en el segundo piso.
  Alex la miró perplejo, sin llegar a comprender, después de todo lo único que él sabía era que Diana había ido a peinarse.
  –¿Cómo es posible que sepas eso?
  –Sam me lo dijo, Alex, lo vi, él estaba allí, en el baño. 
  Diana dijo eso rápidamente juntando las palabras unas con otras, ella pensó que debería oírse como una verdadera chiflada.
  Sin embargo la mirada que le devolvió Alex no mostraba escepticismo sólo seriedad al igual que su voz.
  –¿Cómo fue lo que viste en el baño? –preguntó– Dime exactamente lo que paso.
  Diana suspiró pensando por donde comenzar, intentó ordenar las ideas de su mente.
  –Estaba en los lavabos, en los del segundo piso y vi el reflejo de Sam claramente en el espejo –explicó Diana recordando lo ocurrido–. Pensé que podría ser Derek, pero cuando me volteo no había nadie, entonces… –hizo una pausa antes de seguir con su relato–. Entonces en ese momento él me habló, me susurró… el nombre de Víctor Markt… ¡Yo sabía que había algo extraño en ese tipo Alex, te lo dije hoy!
  Él asintió mientras recordaba el comentario de Diana cuando estaban en Matemáticas.
  –Pero eso no tiene sentido, ¿Por qué entraría a trabajar a una escuela sí venía a la ciudad a matar?
  Diana lo pensó un momento, sabía que eso encajaba de alguna manera, hace tiempo que tenía esa sensación, pero ella no lo notaba, miró a su alrededor como si fuera a encontrar la respuesta caminando por el patio de la escuela y entonces cayó en cuenta de algo.
  –Por la OCCAP.
  –¿Qué? –se extrañó su novio.
  Diana lo observó, sabía que Alex conocía la existencia de la OCCAP y su verdadero propósito en la ciudad, ella misma se lo había explicado cuando surgieron dudas de la forma de alimentación de Diana.
  –La OCCAP, Alex, ellos nunca dejarían entrar a un vampiro incivilizado a la ciudad –le explicó mientras se daba cuenta de cómo iba tomando forma, después de todo eran cosas que ella siempre había sabido, sólo necesitaba una señal para relacionarlas, la señal de Sam–. Pero sí Víctor Markt se disfrazaba de un vampiro con buenas intenciones, que solo quería enseñar a la juventud y esas cosas, ellos no se harían ningún problema. Por eso sólo permaneció un día aquí.
 Diana miró a Alex en busca de su apoyó, sus miradas se encontraron y entonces dijo:
  –Te creo Diana –Ella lo abrazó brevemente antes de que pudiera continuar–. Pero no sé qué podemos hacer nosotros al respecto.
  –Tenemos que encontrarlo, Alex –exclamó Diana con decisión, era lo único que podía hacer en honor a Sam; encontrar a su asesino y vengar su muerte, costara lo que costara.
  –No podemos hacer eso Diana, si se ha alimentado de sangre humana, es mucho más fuerte que tú y más fuerte que yo si estoy como humano.
  –No me importa –exclamó Diana con furia, no iba a permitir que Alex le acobardara con su lógica–. Él mató a Sam.
  La observó con gran nerviosismo durante unos momentos, buscando rápidamente una idea para poder solucionar todo este problema. Diana lo miró expectante al tiempo que el viento soplaba y la despeinaba nuevamente, esta vez no le importó, solo quería saber la respuesta de Alex.
  –Podemos seguirlo –dijo al fin–. Pero no hoy, hay que esperar al viernes y tú –explicó señalando a Diana con la mano–. No puedes ir.
  –No podemos esperar tanto, en este mismo momento podría estar a kilómetros de aquí, incluso si se alimento de un humano, no durara mucho más en volver a estar sediento, puede marcharse a otra ciudad… o atacar a otra persona –protestó ella con desesperación y luego añadió cruzándose de brazos–. Además yo quiero ir.
  Se sintió como una niña peleando con su padre para ir a una fiesta, solo que esto era infinitamente más importante. Sin embargo Alex no parecía ni cerca de llegar si quiera a un acuerdo.
  –Es imposible que vayamos hoy Diana, estamos en desventaja y tú puedes resultar herida.
  “Resultar herida”, Alex siempre se defendía con ese misma estupidez, ella ya le había dejado bien en claro que eso era irrelevante, pero él seguía insistiendo.
  –Tú siempre tienes miedo, Alex.
  Él pestañeó un par de veces, sorprendido por lo que ella acababa de decir, era obvio que no se lo esperaba. Diana pensó que se enojaría, pero cuando respondió su voz era calmada, pero igual de decidida que antes.
  –Sabes que sí algo te pasara, yo no sería capaz de perdonármelo.
  También eso le sonaba conocido, el eco de esas mismas palabras le trajo el vivido recuerdo del baile.
  –Yo no me perdonaría si ese tipo sigue suelto por ahí matando inocentes.
  Esta vez Alex no fue paciente.
  –No Diana, simplemente tú no vas a ir.
  Estaba a punto de responderle, pero se quedó callada. Acababa de decidir que iba a ir hoy, con o sin Alex y era mejor que él no se enterara. Se sintió complacida por su idea, ya que era algo simple y rápido, sólo necesitaba la oportunidad para huir al fin de clases.
  Fulminó a Alex con la mirada, pero no volvieron a hablar más del tema. Ella necesitaba concentrarse para hacer bien su plan.

martes, 19 de julio de 2011

Capítulo diecinueve

  Helloooo!!! Antes de subir el capítulo de hoy voy a anunciar los resultados de la encuesta!
  La pareja con mas votos fueee Diana y Alex ^^   Aquí está la imagen:



  Gracias a todos los lectores que votaron y también gracias a todos los que visitan la página, porque hoy mismo, el contador de visitas a superado los 10 mil visitantes!!!!!
  Un gran abrazo para todos!!  :)

                                          
                Estados

L
              
levaba unos vaqueros oscuros y un abrigo gris que le quedaba algo grande, pero ella ni siquiera lo notó, solo tenía ojos para su rostro. Sus preciosos ojos verde esmeralda mostraban duda y tenía los labios apretados formando una línea recta.
  –Alex –susurró con sorpresa cuando le fue posible recuperar el habla y se convenció de que no era un simple sueño, era demasiado real para ser un sueño–. ¿Qué… estás haciendo aquí?
  Él no parecía saber muy bien cómo responder a esa pregunta. Separó los labios un par de veces, pero los volvió a cerrar de inmediato regresando a su expresión pensativa. Finalmente habló con un tono pausado y confuso.
  –Bueno… la verdad… yo no quería, no soportaba… –balbuceó pasando la mano por su cabello negro, suspiró hondo y agregó atropelladamente–. Yo no soportaba quedarme en casa sentado sin hacer nada, sabiendo que tú ibas a estar así –su voz se fue apagando hasta convertirse en un susurro que se mezcló con el del viento.
  Diana tampoco se sintió capaz de creer lo que escuchaba, hace sólo un minuto se encontraba sola, llorando en esa banca y ahora Alex se encontraba a su lado diciéndole que le importa. Pudo experimentar como varios sentimientos la invadían al mismo tiempo, le conmovía enormemente el hecho de que Alex se arriesgara de esa forma a poder ser descubierto por las familias de ambos solo para ir a consolarla, pero a la vez se sentía enojada, después de todo él había roto con ella por razones que le parecían poco o nada relevantes, ¿Acaso creía que con aparecer arreglaría todo?
  –Lo has soportado durante todo este tiempo –dijo con voz decidida sintiendo un enorme vacío en el pecho, al tiempo que envolvía la mano en su chaqueta y la usaba para limpiar las lágrimas bajo sus ojos.
  Alex palideció un poco y la miró con una enorme tristeza antes de responder en voz baja.
  –Sabes bien la razón por la que decidí hacer eso, Diana.
  Por un segundo, un pequeño pero maravilloso segundo. Diana fue capaz de olvidar todos los problemas que rondaban por su mente y se dio cuenta de que Alex estaba realmente ahí, sentado junto a ella a una distancia tan pequeña que no necesitaba estirar la mano ni veinte centímetros para tocarlo. Él estaba ahí, mirándola y hablándole como no había hecho desde que habían terminado “Por su bien” en el baile de las hojas, le parecía tan lejano, nunca antes en su vida el tiempo se había distorsionado tanto en contra suyo.
  –Sí, lo sé, pero no pienso lo mismo que tú… –contestó apenas siendo consciente de que lo hacía. Había tantas cosas que quería decirle que se sintió estúpida por limitarse a responder eso, intentó recordar alguna de entre las miles, pero eran demasiadas, tantas que las olvidaba tan rápido como las pensaba y eran reemplazada por otras.
  Desde que había llegado, Alex parecía más desanimado cada vez. Agachó la cabeza y se miró los pies durante un buen rato. Diana temió que se arrepintiera de haber venido y se fuera de allí en cualquier momento. Comenzó a juguetear con un  mechón de su cabello nerviosamente pensando en que poder decir sí Alex no volvía a hablar o decidía irse.
  Cuando su mente ya comenzaba a vagar por estupideces u opciones desesperadas, Alex levantó la vista.
  –Además –dijo como quién no quiere la cosa–. Tenía que regresarte esto –Introdujo su mano en el bolsillo de sus vaqueros y extrajo una cadena de color plata con una pequeña piedra tranparente. Era su collar, el mismo que había llevado al baile de las hojas, que se había caído y que con todo lo que estaba pasando en su vida, Diana ni siquiera se había percatado de que Alex aún lo debía de tener.
  Ella extendió el brazo para tomarlo, sus dedos rozaron suavemente la cálida piel de Alex y los dejo ahí, ignorando su colgante. Él cerró la mano sujetando la de suya firmemente.
  Ambos observaron sus manos unidas durante un minuto completo. A Diana le traía innumerables recuerdos, algunos increíblemente buenos y otros tan malos que hicieron que de sus ojos resbalara una lágrima y cayera, perdiéndose en su chaqueta negra.
  Al observarla Alex lo dudó unos segundos, luego tiró de su brazo atrayéndola hacia sí y la abrazó cariñosamente. Diana apoyó su rostro suavemente en su hombro.
  –Perdóname Diana –murmuró Alex en su oído –no me imaginaba que fuera tan doloroso estar lejos de ti.
 Diana se escondió más en su hombro, regresando al mundo y llorando más intensamente que antes, ya no se sentía enojada.
  –No tienes que pedirme perdón –hizo un pequeño silencio–. Alex, Sam… está muerto –pronunciarlo fue más deprimente de lo que pensaba–. No puedes imaginar lo mucho que te necesitaba.
  Él tomó el rostro de Diana entre sus cálidas manos y lo levantó lentamente hasta dejarlo justo frente al suyo.
  –Si puedo Diana –le corrigió, aunque ella ya no era muy consciente de a qué se refería–. Estar sin ti ha sido lo más difícil que he hecho en toda mi vida.
  Sintió que esa era la primera vez en que realmente se sentía segura con Alex, ya no había nada de hombres lobo o vampiros, sólo eran ellos dos. Cerró sus ojos y sintió como él la besaban suavemente. No se había sentido tan bien en mucho tiempo, no pensaba en nada, sólo en Alex.
  Le devolvió el beso por largo tiempo, escuchando como su propio corazón se aceleraba hasta que incluso llegaba al ritmo de uno normal. Alex tenía una mano justo sobre el “tatuaje” que había delatado lo que ella era, y otra aferrada firmemente a su espalda, que no permitía que Diana se separara ni un centímetro de él.
  Deseó poder permanecer el resto de su vida así, pero en ese momento unas gruesas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre su cabello y a su alrededor.
  Alex se separó de ella y la miró directamente a los ojos por unos largos instantes.
  –Te juro que nunca más en mi vida te volveré a dejar sola Diana, pase lo que pase, yo voy a estar aquí –prometió él sin deshacer su abrazo.
  Diana sólo alcanzó a conmoverse por unos pocos segundos.
  –Pero… –musitó ella con un hilo de voz al recordar la razón por la que en un principio habían decidido terminar. Las gotas de lluvia ahora caían muy fuertemente, mojando su rostro y su cabello–. ¿Qué vamos a hacer, Alex?, nuestras familias…
  Se interrumpió entonces, también cayendo en cuenta de que sus padres y su hermano se encontraban dentro de la casa a solo unos peligrosos cuantos metros de allí. Ellos no podían saber absolutamente nada sobre Alex.
  Diana se puso de pie de un salto, haciendo que su collar, que había olvidado sobre sus rodillas, cayera al suelo junto con su embarrado paraguas. Tiró a Alex del brazo tratando de hacer que se levantara.
  –Mi madre no debe verte, ella no debe saber…
  –Ella no me podrá ver desde tu casa –le interrumpió él con una sonrisa tranquilizadora, al tiempo que lanzaba una mirada en dirección al hogar de Diana, todos los árboles de la plaza tapaban su vista.
  Ella casi había olvidado lo hermosa que era su sonrisa. Por un momento no pudo hacer nada más que observarla anonadada mientras él recogía su collar y su paraguas, éste ultimo hizo saltar un centenar de gotas de lluvia al abrirlo. Diana interrumpió sus pensamientos, estaba totalmente empapada. Volvió a sentarse junto a Alex que le entregó su collar nuevamente, esta vez lo guardó en su bolsillo inmediatamente. Luego alzó la vista y observó a Alex a sus ojos.
  –En cuanto a lo que vamos a hacer –siguió él tomando la mano de Diana con la que no sostenía el paraguas–. Supongo que el plan es mantenerlo en secreto de nuestros padres, sea como sea necesario.
  Diana le dirigió una mirada muy poco convencida, no estaba segura sí el “plan” merecía llamarse de ese modo, pero al fin y al cabo era lo único de lo que eran capaces de hacer, al menos era más fácil que la idea de separarse y fingir que no se conocían, mucho más fácil.
  Alex notó lo que pasaba por su mente en ese momento y se apresuró a añadir:
  –No me importa lo que tengamos que hacer Diana, mentiré y ocultaré lo que sea necesario con tal de no dejarte –hizo una pequeña pausa–. Te lo he prometido y no te fallare, no me volveré a separar de ti, nunca.
  Le dio un pequeño apretón en la mano y Diana sintió como la invadía una gran oleada de ternura hacia Alex.
  –Y yo no permitiré que lo hagas –prometió ella a su vez.
  –Claro que no –dijo él con su gran y magnífica sonrisa, y se inclinó para posar sus labios sobre los de Diana durante solo un corto y perfecto segundo.
  –¿Qué pasará si ellos nos descubren? –preguntó ella dándose cuenta de que el miedo que le producía. Significaba que tal vez se tendrían que volver a alejarse él uno del otro, a pesar de lo prometido–. ¿Qué vamos a hacer entonces?
  –No lo harán –le aseguró él, pero Diana se dio cuenta cuán frágil era esa promesa y con qué facilidad podía romperse de un momento a otro.
  Alex le sonrió de nuevo, tan completamente confiado que lo envidió por ello. Se inclinó para poder besarla, esta vez por mucho más tiempo. 


   Katty estaba parada observando el cielo que cada segundo aumentaba más su amenaza de tormenta, aún no llovía, pero era capaz de percibir de vez en cuando como unas finas y diminutas gotas empapaban su rostro. En el cementerio sólo quedaban unas pocas personas, tal vez las que ella menos conocía, la familia de Derek era inmensa, por suerte había logrado reconocer a los veintiseis primos que tenía por parte de su madre. Por parte de su padre, los pocos que habían llegado a conocer estaban prácticamente desaparecidos, incluyendo al propio padre.
  Entre los que quedaban el único que reconocía era Dan, era gracioso como siempre él podía soportar las condiciones climáticas sólo con una camisa y un sweater o una enorme sudadera.
   Esperó que unas cuantas gotas cayeran en su nariz antes de dirigirse a saludarlo.
  –¡Dan! caminó hasta quedar a su lado–. ¿Qué sigues haciendo aquí?
  Él la miro con una sonrisa amigable, aunque sus ojos tenían la misma expresión de sorpresa y tristeza que ella, como los de Tani, como los de la madre de Sam, como los de Bel, como los de todos, incluso los ojos se Mónica estaban enrojecidos e hinchados.  
  Hola Katty miraba el cielo como si fuera lo único que lo calmara–. No tengo otro lugar donde ir...solo con Tani y creo que ella siente que aún no se despide.
  Katty sentía lo mismo.
  El funeral había estado lleno de gente que en realidad no le importaba Sam y que fingían lástima. Le irritaba tener que convivir con todos ellos, que hagan preguntas sobre cómo estaba Derek, que hablen de el buen chico que Sam era y cuanto lamentan que alguien tan joven como él muriera... definitivamente no lo soportaba
¿Acaso ellos lo conocían realmente? En las cosas buenas y en sus defectos ¿Tenían idea de cómo había sufrido cuando su padre lo abandono? ¿Sabían ellos que más de alguna vez había vendido las respuestas para un examen? ¿O cómo odiaba a su tio por presumir prácticamente siempre de su auto ultimo modelo? ¿Lo sabían?... Definitivamente estaba enojada con el mundo ese día.
  Claro, la entiendo.... es horrible Katty frunció el ceño como si fuera la única forma de no llorar–, e increíble como... se va así.
  Dan desenfoco completamente su mirada del cielo para desviarla a los ojos de Katty.
  ¿Hablaste con Derek? no lo he visto en días.
  No he podido hablar mucho las palabras apenas le salían de la boca... ¿Sabes? cuando le avisaron que Sam estaba…
  –Muerto susurró Dan en el viento, completando la frase de Katty.
  –Sí, yo estaba con él, si no… hubiera estado completamente solo. Me tomó la mano y no me dijo nada, nunca... solo repetía que no lo soltara Katty miró el cielo evitando tener que ver a la gente, el ataúd y todas las cosas que le recordaban lo que pasó–. Supongo que yo tuve que ser la fuerte para Derek.
  Sólo en ese momento Dan vio las lágrimas que Katty había contenido todo ese tiempo. Lo único que podía hacer era abrazarla mientras ella dejaba la cabeza caer en su hombro.
  No soporto verlo así... además está tan solo Katty lo miró con los labios apretados–. Me rompe el corazón.
  Dan le dio unas palmaditas en la espalda.
   Tranquila Katty, por lo menos estás tú para él le sonrió haciéndole sentir que todo estaría bien–. Créeme solo una persona basta para dejar de estar solo.
  Katty le sonrió, sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero su sonrisa era   completamente sincera
  Creo que tienes razón.
  Él miró unos segundos el cielo Creo que yo voy a buscar a Tani, pensándolo bien ella sí que me necesita ahora.
  Katty asintió con la cabeza mientras se separaba de Dan.
  –Gracias.
   Dan sonrió complacido mientras se volteaba buscando a Tania. Katty sólo observó como llegaba adonde estaba su novia y la abrazaba.
   Ahora ella también tenía que encontrar a Derek, en realidad no podía dejarlo solo en ese momento, dio media vuelta en la punta de su pie para dirigirse al coche del que Derek nunca había salido, pero notó que estaba justamente a menos de dos metros de ella.
  ¡Derek! Katty corrió hacia sus brazos besándolo desde el cuello hasta los labios. Después de casi un minuto completo se pudo separar de él–. ¿Estás mejor?
   Katty sintió que  podía ver el alma de Derek en sus ojos; eran tan tristes, tan perdidos, tan fuera de sí que prácticamente se podría ahogar en ellos. Derek se acercó y la abrazó dejando caer su cabeza en su hombro, fue el momento más increíble que había tenido ella en todo el día, hasta que Derek susurró en su oído.
   Adiós Katty
  Ella se alejó de él con un escalofrió, sentía como si su corazón se hubiera detenido y su pecho se estuviera quemando.
  ¿Qué quieres decir?
 Derek la miró con sus ojos perdidos, cuanto odiaba ella verlo así, lo único que deseaba era que volvieran a mostrarse llenos de vida, como antes.
  Lo siento cariño, no podemos seguir con esto.
  Las lágrimas comenzaron nuevamente a caer por sus mejillas.
  Derek escúchame... yo te amo, no me dejes así.
Derek fijó su mirada en el piso. Simplemente no la podía  mirar directamente los ojos, tenían el mismo color del cielo de ese día, y eran igual de tristes. Una voz dentro de sí le decía que detuviera eso, pero no la escuchaba.
  ¿Si me amas, que hacías con ese chico?
  Q... ¿qué? ¿Con Dan? es mi amigo Katty tocó su hombro, notó que él había estado tratando de no llorar–. Vamos Derek, habló enserio cuando digo que te amo, más que nada.
  No entiendes ¿cierto?... No estás aquí, te necesito pero no te veo Derek se sentó como si sus piernas no pudieran con su peso.
   Katty se arrodilló a su lado.
  Lo he intentado todo Derek y de verdad lo siento, pero no sé qué hacer… ¡No soporto esto! odio verte mal... esto apesta.
Derek miró el cielo, en ese momento comenzó a llover realmente y unas enormes gotas de lluvia fueron cubriendo poco a poco cualquier superficie desprotegida.
  Sólo vete Katty.


miércoles, 13 de julio de 2011

Capítulo dieciocho

  Holaa!!!
  Gracias a todas las personas que nos dejaron su comentario en el ultimo capítulo, y gracias a todos los que leen nuestra historia :)  Aquí va el capítulo dieciocho.


         El reencuentro
D

emoró un momento en reaccionar, mientras se sentaba en su cama sacó su teléfono celular de su bolsillo. Tenía frio, demasiado frio para ese día oscuro y lúgubre. Y miedo, nunca antes en toda su vida había sentido un miedo tan grande y auténtico como en ese minuto.
  –¿Diga? –dudó mientras contestaba su celular, podía sentir en sus labios como le temblaba la voz, sus manos también lo hacían, a pesar de que tratara de controlarlo.
  –Diana –era Derek, lo reconoció enseguida y el tono que ocupaba parecía bastante al del día anterior, inexpresivo, como si ya no quedara nada de vida en él.
  Ella esperó que hablara, que le dijera la razón de su llamada, aunque demoraba mucho, casi una eternidad, o eso le pareció.
  –Lo encontraron –por nada más que un pequeño segundo Diana fue capaz de sentir alivió, pero no duró más allá de eso, la voz de Derek ya ni siquiera podía ocultarse tras la inexpresividad su miedo y tristeza, no podía estar anunciando nada bueno con esa voz.
  –No… –musitó, en un tono tan bajo que probablemente nadie habría sido capaz de oír mas que ella misma. Sentía como si su corazón se hubiera congelado, permaneciendo cubierto por una fría y terrible capa de hielo.
  –Él está… está… –Derek intentaba terminar la frase, pero no podía, no podía pronunciar las palabras, porque lo hacía sentirse como si el mismo diera la sentencia final, las palabras se le atoraban en la garganta.
  Y Diana mucho menos era capaz de ser quien las escuchara. Alejó el teléfono de ella y sin ser suficiente lo arrojó. Éste dio un fuerte golpe contra la pared y cayó al suelo produciendo otro gran ruido. Pero a ella no le molesto, es más, era eso lo que esperaba, que todo estallara en un estruendo tan enorme que lograra ahogar el hilo de sus pensamientos, pero nada podía hacerlo.

  El día que se observaba por la ventana parecía tener escrito en su grisáceo cielo que estaba a punto de llover, reflejando a la perfección el estado de ánimo de Diana ese día.
  Sintió los pasos de alguien subiendo por la escalera, por el ruido que producían supuso que era su madre.
  –¿Diana? –murmuró tocando con los nudillos el marco de la puerta abierta.
  Ella se volteó ligeramente para observarla y luego se secó con la mano una lágrima solitaria que caía lentamente por su mejilla. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba llorando, pero por la humedad de sus mejillas supuso que ya hacía tiempo que había comenzado, eso no le gustó, ya estaba cansada de llorar ¿Cómo era posible de que aún le quedaran lágrimas? Había llorado toda la tarde del día de ayer y toda la noche. No lograba entender como no tenía nada de sueño, ni siquiera había sido capaz de cerrar los ojos por más de cinco minutos.
   –Cariño –continuó ella mientras dejaba caer su mano sobre el hombro de su hija– ¿Vas a venir o no?... Digo, solo si quieres, claro.
  No supo que responder, faltar al funeral de su mejor amigo le parecía algo de lo que probablemente se arrepentiría toda su vida, y estuvo a punto de murmurar que sí para contestar a su madre, pero antes recordó todas las cosas que asistir implicaba; la gente, los recuerdos, tener que ver el ataúd…
  –No lo sé –dijo, que fría y ajena a ella sonaba su voz, se parecía a la de Derek el día que había visitado su casa ¿Así era como se sentía él en ese momento? como si el dolor estuviera fuera de ella, observándola, atento a que bajara la guardia, pero tan real y tangible como las cosas que la rodeaban dentro de su habitación... De todas formas, no quería recordarlo, de nada le servía, excepto para hacerla derramar más lágrimas.
  –Está bien, voy a ir –decidió finalmente, no estaba cien por ciento segura, sabía que de no ir lo lamentaría, el problema estaba en no saber si luego lamentaría haber ido.
  Su madre se marchó de allí sin decir nada más. Diana se lo agradeció en su mente, ella la conocía y sabía que cualquier cosa que dijera solo podría hacerla sentir peor de cómo ya estaba.
  Se limitó a abrigarse con una chaqueta de color oscuro y bajó para subirse al auto de su padre. Todos los de su familia iban a asistir, incluso Mike, que le dirigió una mirada de preocupación cuando ella se acomodo en una orilla del asiento trasero y dirigió su vista hacía la ventanilla para no tener que verlo.
  El lugar del entierro al menos tenía un aspecto agradable, no se parecía en nada a los lugares terroríficos que describen en las historias como cementerios. El pasto estaba bien cuidado, crecían arboles por doquier y los brillantes colores de las flores llamaban la atención desde todos los ángulos, a pesar de ser un consuelo muy pobre, a Diana le reconfortó un poco, sólo un poco.
  La ceremonia no fue ni demasiado corta ni larga, pero Diana no podía evitar sentirse claustrofóbica a pesar de estar en campo abierto. “No lo mires, no mires el ataúd” se repitió eso una docena de veces, pero no pudo evitar imaginarlo con una aterradora exactitud que la hizo ahogar un débil grito.
  Pudo ver a la madre de Sam, estaba sola, no había rastro de Derek por ningún lugar. También vio a Tania, está tenía su rosto enterrado en sus manos, dejando caer su cabello sobre sus hombros.
  Ya no lo soportaba, respirar se hacía cada vez más difícil y doloroso, finalmente optó por hacer lo mismo que su amiga y oculto su rostro entre ambas manos hasta que el funeral llegó a su fin, a pesar de eso no lloró y se prometió que no lo haría.
  –Me iré caminando a casa –le dijo ella a su padre cuando ellos se dirigían hacía el auto–. Necesito dar un paseo.
  Era verdad, realmente necesitaba salir a caminar, y la mayor razón era que no quería llegar a su casa tan pronto.
  –Llévate un paraguas –respondió él sin oponerse, ofreciéndole uno de color negro–. Estoy seguro que va a llover.
  Diana lo tomó y se fue caminando con paso lento y tranquilo, su casa no quedaba muy lejos por lo que no tardo más de media hora en llegar, sin embargo aún no quería entrar. Sabía que los pensamientos la invadirían más fácilmente mientras estuviera recluida en su cuarto, más cuando en su pared estaban pegadas las fotografías que atesoraban tantos recuerdos.
  Delante de su casa había una pequeña plaza en la que solía jugar de pequeña. Caminó hasta el centro de esta donde había una vieja fuente que nunca funcionaba, rodeada por pequeñas bancas.
  Diana se sentó en una de ellas y le pareció que alguna vez había visto esa fuente con agua en movimiento. Si, apenas podía recordarlo, había sido hace tanto tiempo, allí alguna vez había jugado con Sam y Bel ¿O con Sam y Tania?...
  Era imposible, los recuerdos no estaban solo en su cuarto o en las fotografías, estaban en todos los lugares que conocía.
  Todas las lágrimas contenidas le vinieron de golpe, dejó caer el pequeño paraguas y apoyó su rostro en las palmas de sus manos. Esta vez no se contuvo, sabía que si lo hacía después se sentiría peor.
  Cuando el sol cayó, pensó que nunca antes había llorado tanto en su vida. Sintió como alguien se sentaba a su lado en la banca y pensó que tal vez debería sentir miedo, pero no lo quedaron fuerzas para levantar la vista y cerciorarse de quien era.
  –¿Diana? –susurró una voz a su lado, una voz que ella conocía muy bien, pero que no habría esperado oír en ese momento.
  Se preguntó si estaría teniendo alucinaciones. Parpadeó una docena de veces antes de ser capaz de dar crédito a lo que sus ojos veían. Él estaba allí, tan real como el resto de ese pequeño parque. Era Alex.

viernes, 8 de julio de 2011

Capítulo diecisiete

 Hola a todos!!!!!!  :)  Como muchos han visto al lado derecho de la página hemos puesto una nueva encuesta para que elijas a la pareja o parejas que más te gustan de Cruz de plata, si todavía no votas aún quedan unos días.
 Esperamos sus comentarios :D


Desaparecido
L

a primera reacción de Diana habría sido alejarse, pero cuando estaba a punto de hacerlo una pequeña parte de su mente la hizo darse cuenta de que ella no quería hacerlo, que se sentía feliz así, mucho más que cuando jugaron bolos o cuando fueron a comer a ese pequeño local.
  Diana se aferró a Sam y a esa felicidad que hace unos minutos le parecía tan lejana que casi ni recordaba. Le devolvió el beso por largo tiempo, aunque no era muy consciente de éste ni de nada, sintió que había algo desesperado en ellos, ya fuera por parte suya o de Sam. Cuando se separaron a Diana le sorprendió notar que habían llegado a la puerta de su casa. Miró a Sam y se dio cuenta que tenía un brillo extraño en los ojos que ella no recordaba. 
  –Tengo que irme a casa –susurró él–. Adiós Diana. 
  Ella no respondió, se sentía en estado de shock. 
  Sam se deshizo de su abrazo, dejando que los brazos de Diana cayeran como cuerdas sin vida a sus costados, y caminó hasta su automóvil sin mirarla, cuando se alejó en el coche sus ojos seguían brillantes. Diana no se movió ni un centímetro hasta darse cuenta que tenía tanto frío que tiritaba de pies a cabeza y era incapaz de sentir sus dedos.
  Entró a su casa y sin saludar a nadie pasó de largo a su cuarto.
  Mientras se arreglaba para dormir se negó pensar en lo que acababa de ocurrir, sin embargo cuando se fue a la cama se dio cuenta de que era un tema que no podía seguir evitando con ella misma, Sam la había besado y para ser más exactos ella también lo había hecho. Vio que la fotografía de Alex le devolvía una mirada acusadora y se dio vuelta para no tener que verla. ¿Por qué había hecho lo que había hecho?, ¿Acaso amaba a Sam? O ¿Lo había utilizado para olvidar sus penas? 
  Desecho rápidamente la primera idea, ella solo amaba a una persona en todo el mundo, y esa persona no era Sam, ¿Pero podía sentir algo por él?. Lo quería, eso estaba claro, había sido su mejor amigo desde hace muchos años, pero nunca había correspondido a los sentimientos que sentía por ella, incluso cuando no había estado enamorada de nadie ¿Qué había cambiado ahora? Diana pensó en la segunda opción ¿Habría sido capaz de utilizar cruelmente a su mejor amigo de esa forma? No…, al menos no conscientemente de eso. ¿Estaba su propio inconsciente jugándole una broma para que le gustara Sam y olvidara a Alex? ¿Cómo podía saberlo? Cada una de estas cientos de preguntas surgía una sobre otra sin dejarle un tiempo para que pensara con claridad. No quería imaginar en lo que pasaría mañana ni en qué le diría a Sam. Tal vez lo mejor sería decirle que en verdad no lo amaba, decirle que estaba confundida… y tener que soportar ver su cara de decepción, sabiendo que lo había ilusionado… Pero entonces Sam se alejaría de ella y volvería a quedar completamente sola, sin nadie. Diana sintió un escalofrío y se acurrucó en su cama. ¿Pero si le daba una oportunidad? Recordó la pequeña felicidad que sintió cuando lo besó, no era ni una milésima parte de lo que sentía con Alex, pero seguía siendo lo que más se le parecía, y eso era bastante.
  A Diana le parecía que acababa de cerrar sus ojos hace un segundo, cuando su teléfono celular en su mesita de noche, la despertó. Pestañeó varias veces tratando de leer lo que decía en la brillante pantalla. Era Derek, pensó en cortar, pero finalmente contestó. 
  –¿Alo? –dijo ella con voz ronca.
  –¿Diana? –preguntó la voz de Derek desde su teléfono, su voz, a diferencia de la de ella, no tenía ni pisca de cansancio.
  –Sí, ¿Por qué me llamas a esta hora?–inquirió tratando de ocultar su mal humor, y buscó con la mirada el brillo de color verde que le permitiera ver la hora, no lo encontró, pero a juzgar por la densa oscuridad debía ser alrededor de las cuatro de la mañana.
  –¿Esta Sam contigo? –Diana recordó de pronto lo que había ocurrido el día de ayer, sacudió la cabeza tratando de alejar los recuerdos.
  –Claro que no, él se fue a casa.
  –Ah… ok. 
  Se dio cuenta de la preocupación que había en su voz y se preguntó si ella también debería estar preocupada. 
  –¿Ocurrió algo? 
  –No, no es nada, solamente debió haber salido a algún lugar. 
  –Bueno –dijo Diana bostezando–. llámame si aparece.  
  –Lo haré –prometió Derek y luego cortó.
    Diana vio la hora en su teléfono, eran las 4:43 AM. ¿Dónde se había metido Sam?, no le mencionó que iba a ninguna otra parte, de hecho Diana recordaba haberle oído decir algo sobre su casa. Ella no quería pensar, se encontraba demasiado cansada, se cubrió la cabeza con las sábanas y se durmió al instante.
  A la mañana de ese día Diana no recordaba con claridad lo que había ocurrido. Si no hubiera visto el nombre de Derek en la lista de llamadas habría pensado que no fue más que un confuso sueño.
  En la escuela buscó a Sam, pero no se veía por ninguna parte, tampoco Derek. Sin embargo encontró a Katty hablando con un par de amigos de su grado.
  –¡Hey Katty! –la llamó Diana.
  –¿Si? –dijo ella mientras se volteaba y la miraba con una sonrisa, llevaba su pelo rojizo recogido en un pequeño moño con algunos mechones sueltos junto a su rostro.
  –¿Sabes donde está Sam o Derek? –preguntó–. ¿Vinieron a la escuela hoy?
  –No lo sé, Derek no me ha llamado, ¿Por qué?, ¿Pasó algo?
  –No estoy segura –admitió Diana mordiéndose el labio con nerviosismo –Anoche Derek me llamó y dijo que Sam no había vuelto a casa, le pedí que me llamara cuando apareciera pero no he sabido nada de ninguno. 
  Katty asintió lentamente.
  –No te preocupes, Derek siempre olvida llamar –la tranquilizó mientras ponía los ojos en blanco–.  Probablemente le dio sueño venir hoy, son un par de flojos.
  –Está bien –dijo Diana con una pequeña sonrisa y luego añadió–. Avísame si sabes alguna señal de ellos.  
  –Claro –aseguró Katty y se volteó para seguir hablando con sus amigos. 
  Diana se alejó lentamente, la conversación con Katty no la había dejado muy satisfecha. 
  En clases de Matemáticas todos corrían de aquí para allá, ya que el profesor Markt ni siquiera había aparecido. 
 Diana sabía que Alex estaba sentado solo unos lugares detrás de ella, pero no se atrevía a echar un vistazo, la última vez que lo había mirado fue cuando estaba con Sam, lamentaba no ser más disimulada al evitarlo. 
  –¡Viene Harrison! –gritó de pronto un chico llamado Martín que tenía la cabeza asomada por la ventana. 
  Todos corrieron desesperadamente a sus puestos haciendo incluso más ruido que antes. Diana ni siquiera se movió.
  La puerta del aula se abrió de golpe y por ella entró el señor Julio Harrison, les dirigió a todos una mirada severa, la detuvo unos segundos más en Martín, de seguro había oído su grito.
  –Debido a que su profesor el señor Víctor Markt –dijo el director con tono muy serio mientras paseaba la mirada por sus demás alumnos–. Ha presentado hoy su renuncia, yo les voy a hacer clases.  
  Se escuchó un murmullo de decepción en general, sin embargo Diana agradeció que ahora pudiera tener la mente ocupada en algo. 
  –¿Por qué se fue el señor Markt? –Preguntó una chica de pelo largo, Diana estaba casi segura de que su nombre era Sophie–. Solo estuvo un día aquí.
  Diana supuso que a los demás les apenaba su marcha porque éste no los había hecho trabajar en absoluto, sin embargo a ella la aliviaba enormemente y sin contar el hecho de la poca confianza que le daba ese tipo.
  –Los detalles de su renuncia son personales Señorita Mac-Donald –contestó el señor Harrison–. Ahora todos saquen sus libros y ábranlo en la página 272 de la última unidad.
  Diana se dio vuelta con la mirada pegada en el piso, sacó lo más rápido que pudo el libro de su bolso, lo cual no era una tarea muy fácil ya que éste era increíblemente grueso, se volteó sin levantar la vista mientras se preguntaba qué hubiera ocurrido si ella y Alex no hubieran estado en la misma escuela. ¿La separación habría sido más fácil o más difícil?, Bueno, realmente más difícil no podía ser, pero aunque odiaba las miradas incomodas entre ambos ¿Habría soportado vivir sin saber nada de él?, La idea hizo que se le encogiera el estomago y agradeció que Alex se encontrara a unos pocos pasos de ella.
  El resto de la hora transcurrió aburridamente y sin problemas para Diana. 
  En el almuerzo fue a sentarse con Dan y Tania, que estaban felizmente reconciliados luego de su ultima pelea, ninguno de los dos sabía nada ni sobre Sam ni sobre Derek, pero tampoco le dieron importancia. 
  No habló con nadie más en el resto del día y se dedicó a pasear cabizbaja muy nerviosa ¿Qué había pasado con Sam? ¿Por qué Derek no había llamado? ¿Por qué habían faltado a la escuela los dos hoy? 
  Tal vez ella lo estaba exagerando todo, pero cuando llegó al punto en que ya no soportó no saber las respuestas de todas estas preguntas tomó su teléfono celular y llamó a Derek, no hubo respuesta, tenía el teléfono apagado, sabía que era completamente inútil, pero siguió llamando una y otra vez esperando un milagro. En su desesperación incluso llamó a Sam un par de veces a pesar de saber que su móvil se había extraviado hace más de un año en la fiesta de cumpleaños de Tania.
  El último número al cual llamó fue el de un taxi, iba a ir a casa de Sam para averiguar ella misma lo que pasaba, por lo menos así se quedaría tranquila.
  –Buenas tardes –Saludó el chofer del taxi. A Diana le recordó a Raúl a pesar de no tener ningún parecido.
  –Déjeme aquí –dijo Diana cuando llegaron frente a la casa de Sam, pagó y se bajó del coche, cuando éste se fue la calle quedó desierta, no había ninguna persona, solo un viejo automóvil color verde y una moto policial.
  Diana se encaminó a la casa que había ido tantas veces en su infancia. Sam y ella se conocían desde primer grado. La casa era muy grande y de color verde menta que le daba un aire de frescura.
  Tocó el timbre y esperó dos segundos pero nadie salió por lo que lo tocó nuevamente con más fuerza que antes, como si eso hiciera que sonara más alto. La puerta de entrada se abrió y salió Derek.  
  Había algo en su expresión que hizo que Diana sintiera un escalofrío.  
  –¡Derek! –lo llamó–. ¿Qué paso con Sam?, ¿Por qué no me has llamado? 
 Derek no respondió hasta que estuvo frente a ella, cuando lo hizo su voz era inexpresiva.
  –Porque Sam no ha vuelto Diana, está desaparecido. 
  –¿Desaparecido?, ¿Cómo que desaparecido? –exclamó Diana sintiendo como si le hubieran tirado un balde de agua fría, algo en esas palabras no encajaba, tenía que haber un error– ¿A qué te refieres con eso?
  –¡Sabes a lo que me refiero! –gritó con irritación, los ojos se le salían de las orbitas. Ella nunca en su vida lo había visto así, Derek se caracterizaba por ser tranquilo y a veces incluso se tomaba los problemas demasiado a la ligera– ¡Él no regreso anoche! 
  Diana intentó entender lo que pasaba. Lo que escuchaba le parecía estúpido ¿Cómo podía estar Sam desaparecido si solo ayer había estado con ella?   
  –Pero… debe estar en algún lugar ¿No? –balbuceó Diana–. No puede haber desaparecido así como así.
  Derek no le respondió la pregunta, su mirada había vuelto a ser inexpresiva, solo se limitó a decir con voz monótona:
  –Debes irte, ahora estoy hablando con la policía.
  –No me iré Derek –protestó con desesperación y haciendo un grandísimo esfuerzo por sonar firme y segura– Quiero ayudar.
  Derek hizo como si no la hubiera escuchado.
  –Vete a casa Diana. 
  En ese momento ella se dio cuenta de que Derek estaba muy despeinado, tenía unas grandes ojeras y llevaba puesta la misma camisa negra que tenía ayer. Probablemente no había dormido nada. Diana sintió pena por él. 
  –Pero yo… –farfulló ella sin saber cómo defenderse, entonces cayó en cuenta de algo–. Yo fui la última persona que estuvo con Sam anoche, tengo que poder ayudar en alguna cosa.
  Derek lo pensó unos segundos y sin decir nada sacó un llavero de su bolsillo, era enorme, aunque solo poseía tres llaves, tenia colgando una infinidad de llaveros de distintos tipos, incluso reconoció uno que ella le había regalado hace años.
 –He llamado a tu teléfono –murmuró a Derek mientras entraba–, pero está apagado.
 –¡Maldición! –exclamó él guardando las llaves y sacando su celular–. No puedo tenerlo apagado en un momento así, mi madre podría haber llamado.
  –¿Está de viaje? –preguntó Diana, aunque supuso que así era, el trabajo de la madre de sus amigos la mantenía viajando constantemente.
  Derek ni siquiera le respondió, cuando traspasaron la puerta salió corriendo hacia el interior de casa probablemente para buscar un cargador para su móvil.
  Diana se quedó en la habitación, las paredes eran de color azul cielo y la mayor parte de la sala estaba ocupada por una mesa de vidrio que tenía un par de tazas de café ya frio encima, el piso estaba completamente cubierto por una peluda alfombra blanca. Sin embargo no fue eso lo que llamó su atención, en un par de sillas estaban sentados dos policías, el que parecía mayor tenía una reluciente calva y aire de superioridad, el otro era flacucho y moreno.
  Ambos miraban a Diana con extrañeza, pero fue el último el que se dirigió a ella.
  –¿Es usted la madre?¿La señora Annie Jones?
  –¿Qué? –preguntó Diana ¿Tan mal se veía últimamente como para que se dirigieran a ella como “señora”?.
  –Claro que no dijo el policía calvo –pero al mismo tiempo se levantó y observó a Diana, luego le dirigió a su compañero una mirada como si éste fuese un tonto y volvió la vista hacía la chica–. ¿Quién eres?
  –Diana Tágata –fue Derek quien respondió, en ese momento acababa de regresar, aunque aún llevaba su teléfono en la mano.
  –Claro, claro –murmuró el hombre como si siempre lo hubiese sabido–. Yo soy el oficial Miller –se presentó, de una forma que aumentó más el aire de superioridad que Diana veía a en él.
  Derek cruzó la habitación y tomó un enrollado cable de la mesa en el que Diana no había reparado y debía de ser el cargador, luego volvió a marcharse murmurando algo parecido a un “Ya vuelvo”.
  –El sub oficial Rosenberg y yo debemos hacerle unas cuantas preguntas –continuó hablando el oficial. 
  Diana asintió, sin saber por qué era incapaz de decir palabra alguna. Se sentó en la mesa esperando las preguntas, la habitación que le había parecido anteriormente acogedora y familiar, ahora era un lugar oscuro, desconocido y dominado por la tristeza.
  El sub oficial sacó de su bolsillo una pequeña libreta y un lápiz.
  –Tágata… –murmuró mientras comenzaba a escribir.
  –¿Usted estuvo con Sam Jones ayer alrededor de las 8:00 de la tarde? –comenzó el oficial hablando con voz monótona, como si esas preguntas le aburrieran.
  –Sí –se limitó a responder Diana con un suspiro.  
  –¿Y le mencionó en algún momento que saldría con alguien?  
  –No, él me dijo que se iría a casa. 
  –¿Mencionó en algún momento algún deseo de fugarse o dio la impresión de querer escapar de casa?
  –No –dijo Diana enojada sabiendo que Sam jamás haría algo así–. Claro que no.
  El sub oficial terminó de escribir y luego ambos policías se miraron antes de que Miller volviera a hablar. 
  –Ok, eso es todo, puede irse a casa señorita Tágata.  
  –¿Qué? ¿Solo eso? –preguntó ella atónita.
  –Sí, es suficiente.
  Derek entró en la habitación en ese momento.
  –Mi madre ya compró el boleto para venir –dijo sin referirse a nadie en específico–. Llegará pronto, no está muy lejos.
  Todos asintieron y un sonido salió del walkie-talkie que llevaba el policía en su cinturón. Diana intentó entender de que hablaban, pero el sonido de la voz era extraño y solo capto algunas palabras sueltas.
  –Malas noticias –dijo Miller cuando terminó su conversación.
  A pesar de la ligereza con que lo dijo el miedo invadió a Diana, haciendo que un espantoso escalofrió la recorriera de pies a cabeza, notó que lo mismo ocurría con Derek.
  –¿Qué ocurrió? –se atrevió a preguntar con voz muy baja.
  –Al parecer acaban de encontrar el auto del chico.
  –¿El auto? –exclamó Derek–. ¿Y qué hay de Sam? ¿Dónde está él?
  –No lo sabemos, aún no lo sabemos –trató de tranquilizarlo el oficial, pero sus palabras eran extremadamente vacías–. Acaban de ver un mini Cooper de color negro en la carretera cercana al bosque y la estación de bomberos, está aparentemente abandonado, ahora nosotros vamos a ir a ver. No hay de qué preocuparse, lo encontraremos en seguida.
  Luego de decir eso pidió a Derek que le abriera la puerta de calle.
  –También deberías irte a casa –le dijo Derek a Diana que respondió con un débil asentimiento.
  –Llámame esta vez sí ocurre algo– dijo antes de marcharse.
  Se sentía extrañamente vacía de emociones, su mente aún no asimilaba lo que acababa de ocurrir “Sam estaba desaparecido” Sentía esa frase flotando en el aire, lista para atacarla apenas ella se atreviera a bajar la guardia.
  Diana corrió, tal vez para huir de los recuerdo o de la realidad o quizás solo para huir.
   
  El día viernes la noticia de la desaparición de Sam se había difundido como pólvora, ya que los oficiales habían interrogado a cualquier persona que tuviera el más mínimo contacto con él. Derek no había aparecido por la escuela en todo el día, por lo que Diana era el centro de atención. La gente la miraba de forma extraña y luego murmuraban a sus amigos. Algunos incluso la señalaban con descaro. A ella esto la hacía sentir horriblemente mal, ya que le recordaba constantemente la desaparición de su amigo, incluso llegó a preguntarse si era su culpa, pero desecho esa idea de inmediato, ya que se dio cuenta de que era algo estúpido.
  A la hora de almuerzo vio que Tania y Dan se le acercaban.   
  –¿Cómo estás Diana? –preguntó ella con la preocupación grabada en el rostro. 
  Diana estaba harta de que le preguntaran eso, desde que había terminado con Alex la gente parecía pensar que en cualquier momento ella podía estallar. Aunque sinceramente también ella se sentía así. 
  –Bien –se limitó a decir sin mirar a su amiga a los ojos. “Bien” pensó amargamente, últimamente su definición de “Bien” era demasiado amplia.
  Tania se sentó a su lado y Dan la siguió sin hacer comentarios. 
  –No puedo creer que esto esté ocurriendo –murmuró Tania con un suspiro–. Nunca pensé que esto podría pasar a alguien que conociéramos tanto.   
  –Es verdad, nadie lo habría podido imaginar – respondió Diana encogiéndose, guardó silencio y luego añadió–. ¿Has sabido algo de Derek? Cuando yo lo vi se veía fatal.   
  –Creo que Katty fue a verlo esta mañana, antes de la escuela.  
  Diana asintió y rogó con todas sus fuerzas que Sam apareciera pronto.   
  Tania pareció leer su expresión.
  –Ya lo encontrarán– aseguró con una pequeña sonrisa.  
  Dan las observaba, seguía sin hablar, pero eso era normal en él. Diana pudo ver en su rostro que estaba preocupado por su novia.
  –Claro –respondió ella sin siquiera creerse a sí misma–. Nadie puede desaparecer así sin dejar rastro.  
  Entonces una idea horrible inundó sus pensamientos, Diana sintió el miedo y el dolor, y se prohibió a sí misma volver a imaginar algo así. Sam aparecería pronto, tenía que hacerlo, debía de tener alguna buena razón o por lo menos una explicación para no haber aparecido en estos últimos días.
  Tania suspiró y apoyó su cabeza en el hombro de Dan, él le acarició el alocado cabello distraídamente. 
  Diana no soportó más seguir allí, quería hacer algo, necesitaba hacer algo con urgencia. Pensó desesperadamente que tal vez podría seguir algún rastro del aroma de Sam, pero sabía muy bien lo mala que era para eso, en especial cuando se trataba de humanos. Diana se alejó a paso rápido. Ahora su vida era un completo desastre, se sintió más sola que nunca antes, primero Alex y ahora Sam ¿A quién más perdería?, Tal vez no fuera bueno que se encariñara mucho con la gente, tal vez debería encerrarse en una caja y no ver nunca más a nadie. Esa idea no la hizo sentir mejor. Se estremeció al pensar que se sentiría estar sola durante todo el resto de su vida.
  En ese momento un chico de un curso superior de cabello rizado y una chaqueta con colores brillantes pasó a su lado mirándola con los ojos muy abiertos. Diana corrió y se escondió bajo una escalera, se quedó allí, oculta, apoyada en la pared, espiando entre los peldaños hasta que el timbre sonó y se marchó a su clase.         
                                                                   
  Cuando llegó a su casa subió los peldaños de las escaleras de dos en dos, se encerró en su cuarto, se tapó con la colcha de su cama y cerró los ojos fuertemente tratando de dormir, pero sabía que era imposible conciliar el sueño con esos inquietantes pensamientos horribles rondando en su cabeza.
  Diana se dio vuelta inquieta, el día estaba tan oscuro que encendió la luz en su mesita de noche, vio su rostro sonriente que le devolvía la mirada junto al de Alex, lo observó por un buen rato, nunca se cansaba de mirarlo, el hecho de imaginar que aún estaba ahí, siendo feliz y despreocupada en la compañía de Alex y sin ningún problema, la hacía olvidar su desgracia por unos momentos.
  Cuando apartó la vista de ella la volvió a invadir la desesperación. “Va a estar bien” pensó eso un millón de veces “Va a estar bien”  hasta que casi se convenció de ello. 
  Recordó lo feliz que podía ser con Alex y lo rápido que había terminado todo solo por una estúpida guerra que ocurrió hace quien sabe cuánto tiempo…
  Finalmente sus ojos se cerraron y aunque pensó que era imposible durmió, pero eso no supuso un alivio, un presentimiento terrorífico la invadía incluso en sueños, y cuando despertó aún seguía ahí, solo un pensamiento nublaba su mente, algo muy malo estaba a punto de ocurrir y ese pensamiento continuaba mientras sentía como en su bolsillo su teléfono celular comenzaba a sonar.